Si le preguntamos al ciudadano medio por el coste de un coche o de una vivienda, nos podrá responder acercándose mucho a la realidad. Porque, ¿quién no ha comprado una vivienda o un vehículo a lo largo de su vida? Incluso esa persona podría aventurarse a darnos su opinión sobre el estado actual del mercado inmobiliario o del motor. Pero si le interrogamos sobre el precio de una obra de arte, o cómo está actualmente el mercado del arte, entonces se encogerá de hombros no sabiendo que respondernos. Muy posiblemente porque jamás en su vida haya comprado una obra artística. Y menos aún, de arte contemporáneo. Según algunos estudios, solo una persona de cada cien ha adquirido alguna vez en su vida arte.
Todos los años se publican estadísticas sobre el dinero que
mueve el arte en el mundo. La mayoría proceden de los datos que ofrecen las
casas de subastas. Y así, las dos más potentes del mundo, Christie’s y
Sotheby’s vendieron arte por valor de quince mil millones de dólares. Pero lo
hicieron en su mayoría a coleccionistas de muy elevado poder adquisitivo. La
acumulación de riqueza en un puñado de multimillonarios – en 2020 su número
aumentó en un siete por ciento pero su riqueza en un treinta- está provocando
que las cifras globales de las ventas de arte también hayan crecido en ese
periodo.
Una realidad que contrasta con las grandes diferencias
numéricas que arrojan los salarios de los artistas pues el mercado del arte no
beneficia a todos por igual. Y de la misma manera que los compradores son unos
pocos, los vendedores también lo son. Nos encontramos, por lo tanto, con
coleccionistas millonarios que compran a artistas que también lo son. De alguna
manera, todo queda en casa. Y en ambos lados del negocio, pocos son los
elegidos.
En España, un país que solo se come un uno por ciento del
gran quesito del mercado del arte mudial, la mitad de los artistas no alcanzan
el salario mínimo interprofesional siendo el precio de venta de una obra suya de
seiscientos euros. Solamente el quince por ciento de ellos puede vivir
exclusivamente del arte pues tienen más conexión estable con el mercado del
arte a través de las galerías que son los establecimientos que se encargan de
vender sus trabajos.
En nuestra ciudad, no contamos actualmente con galería de
arte alguna. Hace un par de años, cerraba Talka, un espacio galerístico abierto
en 2018. Y dos años atrás, la galería Trayecto, la gran veterana que llegó a
cumplir un cuarto de siglo, cesaba su actividad.
Ayer mismo el espacio Zas Kultur inauguraba dentro de su
sede un espacio -de nombre “La boutique”- pensado específicamente para la venta
de arte: de obras realizadas por artistas cercanos y dirigidas a posibles
compradores también de nuestro contexto próximo. El objetivo no deja de ser
intentar democratizar la compra de arte. “La boutique”, por lo tanto, quiere
ser una respuesta –ojalá surjan otras más- a la escasez de equipamientos en
nuestra ciudad dedicados a la venta de arte contemporáneo.