Ya se ha aprobado la nueve “Ley del cine”. Puede sonar un tanto extraño llamar “Ley” a un conjunto de medidas destinadas a fortalecer el sector cinematográfico español, pues las leyes siempre nos parecen normas jurídicas establecidas por las autoridades competentes para regular cuestiones relevantes. Imaginemos, por ejemplo, como sonaría anunciar una “Ley del arte” que regulara el ejercicio y disfrute de todo arte. En su día, un artista -premio nacional de las artes, por cierto-, Isidro Varcarcel, ya escribió un manifiesto artístico que llevaba por nombre “Ley del arte” y que reivindicara, en resumen, tratar el arte como un asunto de Estado. “Aunque el arte tenga frecuentemente un valor económico, tiene también respetando ese derecho, y antes que otra cosa, un valor cultural. Por ello, esta nueva ley se empeña en ser fiel a esa gradación. Y es que mantener la creación como objeto de poderosa especulación, manipulando conceptos como nombradía, moda, escasez o muerte, no está en el espíritu de este proyecto. Por esta razón, y porque el arte es más un acto que un producto, el artista sin más, el artista en sí, no puede vender sus obras, puede sólo intercambiarlas, a la manera en que se intercambiarían esencias materializadas.”, dice Varcárcel en su escrito. Un texto que no deja de ser una obra de arte en la que va introduciendo todo tipo de artículos, como si fuera un anteproyecto de ley que pudiera ser debatida y aceptada en las Cortes Generales. Una utópica ley, la de este artista, por lo tanto. Un sueño.
No es el caso de la nueva “Ley del cine”. Que además lleva
la coletilla de “y de la comunicación audiovisual”. De lo que se trata
fundamentalmente es de tratar al cine como una gran industria. Como un sector
económico que tiene que ser apoyado. El cine, obviamente, es industria. "La
serie de Amenábar, La fortuna, podría ser perfectamente una película", ha
dicho nuestro ministro de cultura, el señor Iceta. La ley quiere abrirse a obras "que no estén destinadas en
primer término a ser exhibidas" en salas de cine. Por lo tanto las series
televisivas podrán optar a las subvenciones por primera vez. Y, también las
plataformas de streaming y la propia televisión. Películas y series, juntas, y por
primera vez, en una misma ley. Un anuncio de que el cine, por lo tanto, y con
él las salas de cine, se muere.
Nunca una ley sobre el cine había dado tanto que hablar. Una
ley que se olvida, por ejemplo, de los sectores más vulnerables como son los
productores independientes. Esto es: lo más cercanos al cine de autor. Y en la
necesaria cuestión de fomentar la entrada de mujeres en las producciones
cinematográficas, solo se esbozan promesas al aire.
Pero no todo parece ser negativo: la nueva Ley –dicen- que asegura
una mayor subvención a los proyectos que se rueden, se produzcan y se realicen dentro
de España. También premiará el uso de lenguas oficiales. Esperemos que así sea,
pero… ¿y cómo se recoge el apoyo a la calidad, al arte, en una ley?