Cuentas algunos expertos que cerca del cuarenta por ciento
de las obras de arte que podemos contemplar en los grandes museos del mundo son
más falsas que un duro sevillano. Y es que, por mucho que otros tantos expertos
afirmen que es fácil hoy en día certificar la autenticidad de ciertos productos
artísticos la realidad contradice tal aseveración. Los avances científicos
pueden ayudar, sí, a detectar si una obra es falsa, pero siempre que la
falsificación no esté bien ejecutada. Porque el falsificador también conoce
esos avances y puede eludirlos. Dicen, por ejemplo, que el 90% del arte
precolombino a la venta en España es falso. Lo dicen expertos del Museo de
América de Madrid. Incluso existen infinidad de obras de arte que se quedan atrapadas
en un confuso limbo: no son falsas ni auténticas porque los expertos no se
ponen de acuerdo entre ellos.
Habitualmente se usa el método del carbono-14 para datar una
obra. El carbono-14 es una diminuta partícula que se encuentra por doquier. Este
átomo tiene una vida muy “corta”: unos cinco mil años. Y como se conoce la
velocidad con la que el átomo se va muriendo, también se conoce la edad del
material que lo contiene con bastante aproximación. Y así es posible datar una
muestra de menos de diez mil años con un margen de error de cuarenta años hacia
arriba o hacia abajo. Obviamente si yo falsifico un cuadro de Goya utilizando
materiales comprados hace unos días en una tienda, la prueba del Carbono-14
demostraría que la pintura es falsa. O más bien: que sus materiales no
corresponden a la época en la que vivió el pintor. Más difícil sería detectar
la falsedad de un Picasso presumiblemente pintado en los últimos años de su
vida. Picasso muere en 1.973. Y el Carbono-14 tiene un margen de error de
cuarenta años, de poco nos serviría dicha prueba. Por otra parte a partir de
los años cincuenta los ensayos atómicos provocados por la Guerra Fría liberaron
tanto carbono 14 que desde esa fecha no son muy fiables. Pero imaginemos que
falsifico un Goya utilizando materiales de su época: lienzos, pintura... Podría
adquirirlos en tiendas de antigüedades. O en el mercado negro. En ese caso, el
cuadro pasaría la prueba del Carbono-14. Me quedaría, en cualquier caso, el
arduo trabajo de buscar a alguien que imite su estilo y, también, tendría que
falsificar la biografía del cuadro. Podría falsificar un certificado de
autenticidad de algún experto ya fallecido. Todo este proceso es posible pero
se requiere mucho conocimiento, tiempo y dinero.
Más sencillo es falsificar una inscripción romana, un
grafito, una marca deliberada hecha al rayar una superficie de un trozo de
cerámica que pertenezca a esa época. Porque solo tendríamos que realizar con un
punzón tal inscripción sobre un soporte que pasaría la prueba del carbono 14. Sin dejar rastros químicos del punzón. Y por debajo de la patina de la pieza. ¿Sería posible? Pero también podría darse el caso que esa inscripción fuera verdadera. Podría
suceder, entonces, que esa pieza se quede en el limbo: no podemos asegurar que
sea auténtica ni tampoco falsa.