11.4.19

KAFKIANO


Se armó el Belén: el Gobierno Vasco ha aprobado el primer reglamento de espectáculos públicos. Han abierto la caja de Pandora con una normativa que limita a todos los establecimientos hosteleros a no poder programar anualmente más de una docena espectáculos de cualquier índole (conciertos, recitales de poesía, monólogos teatrales…). A no ser que dispongan de la licencia pertinente para acoger ese tipo de actividades. Cuestión ésta, complicada –imposible más bien- para este tipo de locales que no cuentan con las condiciones técnicas adecuadas para convertirse en salas de espectáculos o de conciertos. El absurdo kafkiano: los bares a partir de ahora sólo pueden acoger un espectáculo al mes. Podrían ser dos, tres, veinte, ninguno, todos... Pero no: uno. A ver... o se permite o no se permite. Los redactores del reglamento habrán echado los dados a ver qué número salía. Es como si dictaminaran que sólo se puede fumar en la calle los sábados. Arbitrariedad absoluta. Una cuestión es que los bares funcionen como salas de espectáculos, cobrando entrada, haciendo competencia desleal a aquellas sin pagar los impuestos pertinentes. Pero no es el caso: ni cuentan con su aforo ni se cobra entrada. Otra cuestión sería que los vecinos se quejaran de molestos ruidos por dichos saraos. Pero en este caso hablaríamos de volumen acústico, de superar los decibelios permitidos. Que si pones la música a tope en un bar, los superas. Y si el concierto respeta la normativa, no hay problema. Por otra parte no discriminan entre conciertos o recitales de poesía. Hablan de "espectáculos". El problema es que mucha gente de escénicas y musicales sobrevive gracias a sus bolos en bares. Además esa actividad es buena para los bares. Y también para los clientes. Y para el turismo. ¿Tendrán los artistas que emigrar a Miranda, a Burgos o a Logroño para poder facturar algo al mes? ¿Tendrán los vitorianos que hacer también lo mismo si quieren tomarse un trago mientras disfrutan de una actividad cultural en un bar? ¿Y los turistas?
Los políticos que nos gobiernan y toman este tipo de decisiones están muy alejados de la realidad, del día a día de la ciudadanía, de lo que sucede en las calles de las ciudades o de las comunidades que gobiernan. Suponemos que la presión de las asociaciones de vecinos que les visitan en sus despachos tiene mucho que ver con este tipo de soluciones que nos recuerdan a la eliminación de cañonazos. Porque, el ciudadano que disfruta con este tipo de actividades no va a asociarse y visitarles para felicitarles por permitir que en los bares haya vida cultural. Entendemos, por lo tanto, que estos políticos se mueven en otros círculos culturales. Irán al teatro, a la ópera, a grandes conciertos… Muy legítimo, obviamente, pero el común de los mortales no puede acudir a esos lugares con asiduidad por cuestiones puramente monetarias. Pero un zurito, un vino y disfrutar de un sarao en un bar, sí que está a nuestro alcance.