En un mundo orientado hacia la riqueza material, y no
cultural o del espíritu, parece ser que elegir la literatura, la filosofía o el
arte como profesiones es una especie de suicidio laboral. Se habla mucho, por
lo tanto, de la crisis en la sociedad actual de los saberes, estudios,
disciplinas, que versan sobre las
humanidades. Y así, con las reformas educativas
en EGB y en Bachiller que vamos sufriendo, como ya hemos señalado en otras
ocasiones, en las que se apoyan las materias llamadas “instrumentales” en
detrimento de las humanidades, éstas se han refugiado en los ciclos superiores,
pues, sorpresivamente, no han perdido su imán entre los estudiantes
universitarios. Según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, estas
áreas aumentan el porcentaje de alumnos matriculados entre 2004 y 2015. Además,
curiosamente y en contra de la creencia popular, los expertos señalan que la
tasa de trabajo entre los titulados en sectores humanísticos no es marcadamente
más baja que las de otras áreas. Lo que sucede es que el graduado en humanidades
ya no trabaja directamente en su sector, sino en otros. El titulado en esas
materias tiene recursos fundamentales en cualquier área ajena al suyo en el que
se valore la creatividad, imaginación, flexibilidad mental, el pensamiento
crítico, la apertura intelectual, la capacidad de aprender o la curiosidad. Es
el caso, especialmente, de las nuevas tecnologías. Y así, diversos estudios ponen
sobre la mesa una realidad: las empresas tecnológicas norteamericanas más
importantes reclaman más número de empleados y colaboradores con formación en
Humanidades o artes. La cuestión, básicamente, es que muchos proyectos
empresariales necesitan de personas que conozcan la realidad de sus clientes: la
cultural y la emocional. Con esa idea, dos universidades españolas han casado las
humanidades y las ciencias en una carrera de cuatro años con el objetivo de
enseñar a los estudiantes a manejarse tecnológicamente pero adquiriendo también
conocimientos humanísticos, artísticos e incluso psicológicos. El decano de la nueva
Escuela de Ciencias Humanas y Tecnología, declaraba: “El entendimiento del ser
humano y sus hábitos es clave para diseñar nuevos productos y servicios. El
reto es aplicar la tecnología con sentido humanístico”. Y en este tipo de
nuevas carreras se ejercita, por lo tanto, la creatividad y la capacidad de
innovar.
¿Las humanidades al servicio del capital o el capital al
servicio de las humanidades? Porque más allá de estudios y carreras aplicadas
para generar beneficios económicos, los conocimientos en arte, literatura,
filosofía tienen valor por sí mismos: nos ayudan a vivir más plenamente.
Como decía el poeta, uno de los grandes errores del sistema
educativo es divorciar las humanidades de las ciencias pues todas ellas no
dejan de ser maneras distintas de entender nuestra realidad. Que la humanidad
es el corazón de la ciencia, y el de la ciencia, la humanidad. No lo partamos
en dos.