17.12.18

ESTATUTO

No contamos nada nuevo cuando afirmamos que los trabajadores del sector cultural en nuestro país sufren una situación laboral paupérrima: inestabilidad, fiscalidad injusta, desprotección… Conformado por artistas, actores, músicos, bailarines, ilustradores, historietistas, escritores, críticos, comisarios, gestores, directores de cine, lingüistas, guionistas, periodistas..., el sector cultural aglutina múltiples profesiones de carácter creativo o intelectual. Pese a su alta cualificación –en 2015 casi ocho de cada diez trabajadores de la cultura tenía estudios superiores- muchos de ellos sufren el látigo de la precariedad laboral. Por ejemplo, solo ocho de cada diez actores pueden vivir de su trabajo en nuestro país.
Varios factores explican dicha situación. Por una parte, el trabajo del creador, es intermitente. Pueden estar meses sin facturar aunque trabajando: tiene que generar obra pero mientras la realiza, no percibe ningún ingreso por esa labor. Por otra parte, el arte tiene una dimensión vocacional: el artista trabaja en lo que le gusta. Por lo que en nuestra sociedad no se acaba de asumir que su trabajo lo sea realmente. ¿Por qué pagar, o contratar, a alguien que disfruta con lo que hace? Y así, aún hoy en día, vemos por ejemplo, a artistas exponiendo en salas institucionales sin percibir –no siempre- compensación económica por ello. Y, obviamente, sin que exista algún tipo de contrato que regule esa relación laboral. El artista se presta a ello bajo la promesa de que su obra será promocionada. Cuestión ésta difícil de demostrar. Que una persona realice un trabajo y no perciba retribución económica alguna, es algo que no vemos en ningún otro sector laboral.
Aunque el reconocimiento laboral de los trabajadores culturales puede no darse en el seno de nuestra sociedad, políticamente parece ser que sí. El Congreso de los Diputados aprobó el pasado mes de septiembre un informe para la elaboración de un Estatuto del Artista, un documento marco con setenta y cinco propuestas que intentan dan solución a las problemáticas puestas sobre la mesa por el sector cultural. Ayer mismo, una de las personas que forma parte de la comisión encargada de redactar el Estatuto se acercó a Gasteiz, a Zas Espazioa, para explicar en qué consiste dicho documento. Nos contaba que las soluciones encontradas hay que convertirlas aún en ley. Soluciones encuadradas en tres ámbitos: fiscalidad, protección laboral y Seguridad Social. Uno de las medidas, por ejemplo, recoge que "toda la cadena de valor de la actividad artística pase de tributar del tipo general (21 %) al reducido (10 %)". Otra referente a los rendimientos irregulares versa sobre adaptar la ley que regula el IRPF para que los creadores se puedan acoger a la exención del 30 % que contempla la norma para este tipo de ingresos y que, actualmente, "les queda vedada". En resumen: el Estatuto de Artista es una buena nueva para el sector cultural, y, por ende, para la cultura de nuestro país.