Hace unos días una mujer americana puso en marcha una
intensa campaña ciudadana para solicitar que se retirara un cuadro expuesto en
el Museo Metropolitan de New York. Recogió 9.000 firmas de sus convecinos
apoyando su protesta. La obra de arte en cuestión -un cuadro de título “Teresa
soñando” que data de 1938 pintado por el afamado pintor Balthus - muestra a una
preadolescente reposando en una silla del salón de su casa, con los ojos
cerrados, como descansando, con una pierna apoyada sobre dicha silla, dejando
entrever sus bragas pues lleva una falda. A sus pies, un gato está comiendo.
Una escena normal y corriente. La adolescente no es consciente de que enseña su
ropa interior. Pero, claro, en la escena ella está sola. No hay nadie que pueda
verla. Aunque fuera del cuadro, está el público que interpreta la escena de
múltiples modos. Para la crítica especializada el cuadro es una obra sugestiva,
que nos traslada a nuestra época adolescente. Pero la vecina de New York aduce:
“El Museo está, tal vez sin intención, respaldando el voyerismo y la cosificación
de los niños”. “Consideraré esta petición un éxito si incluyen un pequeño
mensaje diciendo que el cuadro puede ser ofensivo”, explicaba en diversas redes
sociales la moralista ciudadana. Pero el museo se ha negado a retirar la obra
amparándose en la libertad creativa de los artistas. También rechaza añadir
ningún mensaje acompañando a “Teresa soñando”. Porque, ¿qué mensaje se podría adjuntar a la pintura? ¿No tengan
pensamientos libidinosos con una menor de edad? Una vez más vemos como un parte
de la sociedad confunde la realidad con la ficción intentando, además,
esterilizar el pensamiento de sus semejantes. ¿Tan difícil es entender que una obra
de arte es completada por la persona que la mira? Parece ser que piensan que el
artista, en este caso u en otros, está lanzando un mensaje claro y unívoco
hacia los espectadores. Y que ese mensaje es inmoral. Como decía Sócrates: "Sólo
hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia." Y en este caso,
se patentiza la ignorancia de las 9.000 personas que han apoyado con su firma
la retirada de un cuadro que ellos consideran ofensivo. No saben leer imágenes.
Desconocen que, a todos los niveles, la lectura de imágenes exige que el
espectador se involucre ayudando a completar el “texto visual”. Y así todo
lector de imágenes es, en cierta medida, coautor del texto visual que lee. Con
lo que, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que las 9.000 personas han
sido inducidas a ver libidinosidad en ese cuadro por la mujer que puso en
marcha la campaña.
Es preocupante la idiotización de la sociedad. Fomentada por
los poderes. Saben que una sociedad estúpida es manipulable. Por eso promueven el entretenimiento vacuo. Y
“la caja tonta” es su principal instrumento para modelar las conciencias de la
ciudadanía. Están consiguiendo que la gente no entienda ya lo que es una obra
de arte. Preocupante.