No es habitual que alguien renuncie a un alto puesto de
dirección que sería el sueño de una mayoría. Pero hace unos días dimitió por
motivos personales – ¿el sueño convertido en pesadilla?- el licenciado en
Bellas Artes y director de Artium, Daniel Castillejo. En los diversos espacios que
le han dedicado los medios hemos podido enterarnos de que está agotado, pues tanto
él como su museo, Artium de Álava, han sufrido en sus carnes los duros efectos
de la crisis económica iniciada en 2008 -con sus anejos recortes presupuestarios-
y de que una vez pasada ésta la negativa de las diversas instituciones que
conforman el Patronato de Artium de recuperar el presupuesto pre crisis ha sido
la razón fundamental esgrimida públicamente de tirar la toalla.
El Patronato de la Fundación Artium en breve hará pública
las bases del concurso público que regulan la elección y contratación de un
nuevo director, o directora, de Artium. Un buen momento éste, por lo tanto,
para reflexionar sobre el futuro de nuestro museo. Y para ello sería
interesante realizar primero un análisis de las agridulces declaraciones del,
en octubre de este año, ex director de Artium. Leer entre líneas. ¿Por qué
apunta Castillejo que Artium está “herido” pero es recuperable? ¿Por qué hablaba
de “sentimiento de fracaso”?. Declaraba Castillejo también que el museo no
había conseguido conectar plenamente con su contexto. Hablaba también de las continuas
tensiones con las instituciones que conforman el Patronato del museo.
Quizá sería interesante valorar un cambio de modelo, de
funcionamiento para nuestro museo pues, obviamente, cuando el motor de una
maquinaria no responde a unos fines y objetivos quizá la solución no estriba en
sustituir una pieza gastada por otra nueva, sino buscar otro tipo de maquinaria.
Es decir: repensar el modelo. Artium funciona de una manera jerárquica en la que
el gran peso de la gestión recae sobre los hombros de la figura del director.
Por otra parte el Patronato de la fundación está compuesta por representantes
de las instituciones y de diversas empresas privadas pero no hay cabida en él
para representantes del mundo de la cultura local ni para los propios y
potenciales usuarios: la ciudadanía. Hay que recordar que Castillejo ponía
sobre la mesa “las buenas prácticas en museos” recogidas en un documento
elaborado en 2007 por el Ministerio de Cultura como una de las razones para
abandonar su cargo. Y en dicho documento se recomienda que en los órganos de
gestión de los museos estén presentes los expertos de la sociedad civil
–artistas, mediadores…- como manera de conectar los primeros con los segundos.
¿Existen otros modelos en los que poder basarnos distintos
al nuestro? En nuestra comunidad vecina, Navarra, el Centro de Arte Contemporáneo
Huarte no existe la figura de director sino la de equipo directivo: es pilotado
por un colectivo de cuatro mujeres que han reorientado el centro hacia la
conexión con la ciudadanía y su comunidad de artistas locales.