El otro día leíamos en los medios que el pintor y escultor
Antonio López realizará para la Catedral Nueva una estatua cristiana. O sacra, como
se suele tildar en los últimos tiempos al arte religioso. Conviene puntualizar
que el arte sacro sirve como medio de adoración de lo divino pertenezca a la
religión que pertenezca. Existe, por lo tanto, un arte sacro musulmán, tibetano,
etc. Por consiguiente en este caso sería más de rigor, pues la obra de este
artista se va a ubicar en un templo cristiano, hablar de la realización de una
estatua cristiana. Que servirá para que los fieles puedan orar ante ella. Indiscutiblemente,
la obra debería de ser costeada por la Iglesia. Otra cuestión totalmente
distinta sería si la obra fuera adquirida por un museo público. En ese caso,
obviamente, ya no podríamos hablar de “arte sacro” sino de una obra con
temática religiosa destinada a una contemplación ajena al culto.
Pero leíamos también que el encargo al artista va a ser
sufragado -en parte- con dinero público. Que tanto el Gobierno Vasco, como
nuestro Ayuntamiento y la Diputación iban a costear buena parte del pago al
artista. Hay que recordar que vivimos en una sociedad laica pues el marco
constitucional vigente expresa la aconfesionalidad del Estado. No es legítimo, por
lo tanto, que una institución pública costee una obra ubicada en un templo.
Explicaba nuestro máximo representante político local que el
encargo al artista es una buena inversión para Álava. Explicación un tanto perversa
para todo aquel que se considere verdaderamente cristiano. Recordemos la escena
evangélica en la que Jesucristo expulsa a los mercadores del Templo (Mateo 21,
12-13). Realizar una obra destinada al culto, que representa una imagen divina
para intentar atraer turistas culturales que generen dividendos para Álava, es
un plan un tanto ignominioso para todo creyente. Y para el no creyente, la
inversión de dinero público en un símbolo cristiano no es de recibo.
Antonio López es un artista popular. Su estilo realista,
amable, atrae a la gente. No tanto a la crítica ni a los amantes del arte
contemporáneo. Por otra parte es un artista acrítico: nunca se ha posicionado
política ni socialmente a favor ni en contra de nada ni de nadie. Quizá por
ello la Casa Real le encargó un retrato de la Familia, también Real, y la
Iglesia también gusta de su trabajo. Algunos dirán que un artista no tiene por
qué posicionarse. En cambio otros admiran a los creadores que sí, que han
intentado de alguna manera mejorar el mundo denunciando, o documentando, lo que
creen que no funciona. Recordemos, por ejemplo –por nombrar a alguien que
pintaba figurativo como hoy Antonio López- a Goya retratando los horrores de la
guerra. Goya se sirve de su arte para construir un manifiesto contra toda
guerra: critica las atrocidades cometidas por el ejército francés contra el
pueblo español, pero también los crímenes de los guerrilleros y de la
ciudadanía desatada.