En ocasiones hemos hablado del mal estado de la cultura en
nuestra provincia. Una cultura maltratada por nuestros gobernanza, sea ésta
municipal, foral, autonómica o estatal. Este año hemos vuelto a constatar como
en los presupuestos de todas y cada una de las instituciones que nos gobiernan,
Álava es la gran olvidada. ¿Por qué? Fundamentalmente porque en nuestro
territorio no apostamos por la cultura. Y eso se proyecta al exterior.
Proyectamos falta de confianza en lo que hacemos, en nuestros artistas, en nuestras
infraestructuras. Y, así, mientras en territorios cercanos sus respectivos organismos
han practicado recortes de un quince por ciento en tiempos de crisis, aquí han
sido de un cincuenta. Nadie cree en la cultura alavesa.
En cualquier caso, estos años hemos visto que aunque
nuestros departamentos de cultura han estado mirando para otro lado, el
Servicio de Juventud de nuestro ayuntamiento ha puesto en marcha proyectos
culturales eficaces. Es paradójico que desde un órgano destinado a la juventud
se valore más los valores intrínsecos de la cultura que desde otros órganos
estrictamente culturales. Pero así es. Pues el Servicio de Juventud, según
podemos leer en su web, “tiene como objetivo fundamental establecer criterios,
objetivos y medios para mejorar la calidad de vida de las personas jóvenes en
nuestra ciudad”. Es decir: desde Juventud entienden que la cultura es sumamente
importante para el desarrollo de las personas. Por el contrario, nuestros
departamentos de cultura apuestan porque ésta sirva –resumiéndolo mucho- para
atraer turistas (turismo cultural) o tener a la gente entretenida (ocio).
Y estos días en Montehermoso se puede visitar una muestra de
cuatro jóvenes como guinda de un proyecto que ha funcionado bajo el paraguas
del Servicio de Juventud: Gaztearte. Un formato alejado del manido recurso expositivo:
durante el pasado mes el cuarteto de creadores ocupó el depósito de Aguas produciendo
una serie de obras. En vivo y en directo: el público pudo acercarse al lugar –un
espacio luctuosamente infrautilizado- para ver cómo éstas iban poco a poco
pergeñándose. El resultado de este taller, que además estuvo tutorizado por
otros dos veteranos artistas, se muestra, reiteramos, en una sala de
Montehermoso.
Ariadna Chezran nos presenta su propuesta -a caballo entre
pintura y escultura- Alétheia (del
griego verdad, desocultamiento del ser. Aquí,
ahora y eternamente es el proyecto de Jon Gil para Gazte Arte. Una
reflexión sobre la muerte -en formato pictórico y escultórico- cimentada en la
tradición mexicana. Julia Fernández apuesta por el cómic. Giara es quizá el futuro alter ego de Julia: una joven estudiante
de robótica. Recordis abre espacio a
la memoria y al recuerdo de la mano de Jennifer Custodio buscando la
complicidad del espectador a través de su participación en la construcción de
esta obra mediante pequeñas esquelas de sus recuerdos. En definitiva: una buena
oportunidad para acercarse al mundo del arte emergente cercano.
