La historia de los barros tiene su aquel. Porque en ellos, la historia no la escriben los historiadores. Simplemente aparece. Va surgiendo. Sin guion, sin diseño. Los barrios se viven sin pensar en hacer historia. Un barrio no necesita grandes acontecimientos: basta con que algo se repita, que alguien cruce una calle cada día o que una persiana se suba y baje a la misma hora. Esos pequeños gestos son los que construyen la identidad de un barrio. Gestos que suceden en una panadería, en un bar. O en la calle. No forman parte de un gran relato. Pero una suma de gestos cotidianos deja su huella.
Los archivos nacen de la urgencia de atrapar lo que pasa inadvertido. No lo monumental, sino lo cotidiano. No tanto lo insólito, sino lo corriente. Porque la vida suele serlo. Fotografías de bares cerrados, fachadas, personas simplemente, charlando, o mirando a la inopia. O un perro orinando en una farola. Hablamos de un archivo no creado por organismos oficiales, sino por gente que siente que, si no guardas ese pasado, se esfuma. Existen foros que coleccionan imágenes de comercios desaparecidos, de plazas que ya no existen, de edificios actualmente borrados del mapa.
Esa especie de enfermedad por documentar el pasado brota con más fuerza cuando todo cambia deprisa. O al menos, eso parece en estos tiempos que no corren, sino vuelan. Quizá un archivo no diga mucho a quienes no vivieron lo que muestra. Pero funcionan como testigos. Contienen relatos que no aparecen en los libros ni en los folletos turísticos. Son relatos contados desde abajo, sin títulos ni pie de foto. Tienen la lógica de lo común.
Jean Paul escribía: “El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados.” Pero la memoria no es un museo. Por eso se fija con imágenes, con palabras. Y se transmite.
Desde ayer, el escaparate de Zas Kultur acoge una acción vinculada al barrio donde tiene su sede: Anglo. Un barrio con un nombre que apenas aparece en los planos. Hoy y mañana, de 18:00 a 20:00, el escaparate se abre a la participación. Se pueden aportar fotografías que hablen de lo que fue, de lo que es o de lo que podría ser este barrio. Imágenes que documenten no solo el paso del tiempo, sino también su permanencia.
Esta intervención es la primera de una serie de propuestas que se desarrollarán a lo largo de este año y del próximo. Una línea de trabajo que busca activar relaciones entre Zas Kultur y el vecindario. En agosto también el diseñador Joel Iglesias presentará una intervención en ese mismo escaparate. Una propuesta que usará el diseño para interpelar a quienes pasan, sin recurrir a marcas ni consignas, dejando que el barrio mire y se mire.
No se trata de custodiar patrimonio con solemnidad. Se trata, más bien, de mantener viva la conversación. De generar un archivo colectivo, en construcción, que permita pensar sobre el barrio. Reconocer su singularidad. Un archivo abierto quizá no diga todo, pero permite que el barrio diga algo. Aunque sea en voz baja.