Sentimos esa necesidad de decir "¡Gracias!" a las personas que dejan algo bueno en nuestra comunidad y lo hacemos a través del homenaje. Con él, expresamos respeto y reconocimiento hacia una persona relevante. No deja de ser un ritual que sirve para trascender las palabras. Como alguien dijo en una ocasión: “El homenaje es el reconocimiento del mérito ajeno”.
A lo largo del tiempo, los homenajes han adoptado diversas formas, desde ceremonias solemnes hasta expresiones artísticas. En la antigua Grecia, por ejemplo, se honraba a los héroes con rituales y competiciones atléticas. Hoy en día, vemos manifestaciones de homenaje a través de eventos culturales, exposiciones, conciertos, libros y películas dedicadas a figuras destacadas en campos como la literatura, la música, las artes visuales y el cine.
Los homenajes a personalidades del arte y la cultura desempeñan un papel crucial en nuestra sociedad: preservar su legado, mantener viva su memoria y reconocer su contribución al enriquecimiento del patrimonio cultural de una comunidad. Son una expresión de gratitud hacia aquellos que han dejado una marca en nuestras vidas, inspirándonos y emocionándonos con su creatividad. Cuando se trata de homenajear a alguien fallecido, también es una manera de honrar a sus seres queridos, aunque en cierta medida, quienes organizan el homenaje lo hacen también para sí mismos, como una forma de celebrar la conexión que tenían con esa persona.
El reciente homenaje al artista gasteiztarra Santos Iñurrieta adquiere un significado especial. Con su obra irreverente y su espíritu soñador, Santos dejó una profunda impresión en la escena artística local. Su muerte ha dejado un vacío en nuestro panorama cultural.
El homenaje a Santos, materializado en una doble exposición titulada "Tributo a Santos", inaugurada ayer jueves, es un testimonio del impacto que su arte ha tenido en Vitoria-Gasteiz. En Zas Kultur y Zuloa, dos espacios independientes de arte en nuestra ciudad, se reúnen obras de Santos y creaciones de sus colegas artistas, en un acto de camaradería y afecto.
Esta muestra no solo nos brinda la oportunidad de recordar y celebrar la obra de Santos Iñurrieta, sino también de reflexionar sobre el poder transformador del arte y su capacidad para trascender fronteras temporales y emocionales. Aunque Santos ya no esté físicamente presente, su herencia perdura a través de sus creaciones, inspirando a nuevas generaciones de artistas y conmoviendo a quienes se acercan a su obra con la mente abierta y receptiva.
En última instancia, el homenaje a Santos Iñurrieta nos recuerda que el arte es más que una expresión estética; es como un lazo que une a la gente y conecta lo que pasó antes con lo que está pasando ahora y lo que vendrá en el futuro. A través de este tributo, seguimos celebrando su vida, y su pasión por el arte, manteniendo viva su memoria. “Viviendo pintando… pintando viviendo…” escribía Inurrieta en un poema.