Para cualquier que no trabaje por su cuenta, “Ticket bai” puede ser un palabro desconocido. En cambio, para todo aquel que tiene que emitir una factura, le resultará muy familiar. Tremendamente familiar, diría yo. En el fondo, es una normativa de facturación para todo aquel empadronado en el País Vasco. En resumen, se obliga a todo el mundo a realizar facturas a través de un programa de facturación y un medio de identificación electrónico de tal manera que una copia de esa factura acaba en la Hacienda Foral correspondiente. Se supone que es para evitar fraudes. Las multas que te pueden caer si no usas este método, aquí en Araba, a partir del 1 de enero son de órdago. Se respira cierto nerviosismo entre los trabajadores por cuenta propia que tienen que asumir esta nueva “movida” burocrática. Las conversaciones entre algunos de ellos son “¿Tú ya tienes el ticket bai? ¿No?”. Una buena manera de joderte, con perdón, ese “pote ” entre colegas después del curro.
Este nuevo método de facturación, dicen los que saben de
estos asuntos, está chupado. La cuestión es qué haces, por ejemplo, si te
equivocas en la emisión de una factura. Te confundiste en la fecha, en un dato…
Antes podías llamar al cliente y enviársela corregida. Ahora, como tu factura
errónea está ya en Hacienda, tienes que anularla electrónicamente y generar una
factura rectificativa. Ya no está tan chupado.
Los que manejan algo de “money”, pueden tirar de gestoría. Y
los que manejan mucho, defraudarán como siempre porque pueden buscar, más bien
contratar, la manera de hacerlo. Y el que pagaba y facturaba en “b” seguirá
haciendo lo mismo de siempre.
Aunque dicen que el asunto está chupado, los mayores de
sesenta años, han sido “administiados”. Lo curioso es que nadie perteneciente a
ese sector generacional ha levantado la voz. Podrían haberse quejado por
discriminación. En el fondo, les están diciendo que el Ticket Bai está fuera de
su entendimiento. Algo parecido a tildarles de tontos. Pero obviamente, cuando
te libras de una buena “dame pan y llámame tonto. “
No nos queda otra que buscar el lado cómico de toso esto.
Porque digámosle a un chaval de 18 años, músico, trabajador por cuenta ajena en
un bar los fines de semana, que le invitan a tocar de telonero en un buen grupo
y tiene que emitirle al responsable de la sala de conciertos una factura
“Ticket bai”. Pasará en moto de tocar. O a ese artista, estudiante de Bellas Artes,
al que van a pagar por exponer en un centro cultural previa factura. Mejor se
queda en casa. ¿No tendría que ser ese sector poblacional joven el
administiado?
Imaginemos qué hubiera sucedido en los años ochenta si a
esos artistas, hoy en día conocidos pero por entonces incipientes, les hubieran
exigido darse de alta en autónomos, en el Impuesto de Actividades económicas,
acogerse al régimen de autónomos, facturar… Se hubieran dedicado a otra cosa
mariposa. Esta nueva medida tendrá sus consecuencias en la cultura y el arte de
cuño vasco emergente.