Zas Kutur, el espacio cultural alternativo ubicado en nuestra Almendra, cumple estos días cinco años de edad. ¿Pero qué es un espacio cultural alternativo?, se preguntarán algunos pues son legión, nos consta, los que desconocen el significado de este término.
Sintetizándolo mucho, hoy en día, nos podemos topar con tres
tipos de espacios culturales bien diferenciados según su modelo de gestión: los
oficiales, los privados y los alternativos. Pero antes de meternos en harina
tipológica es necesario aclarar que cuando hablamos de “espacio” no nos
referimos forzosamente a un lugar físico, que también, sino que podemos hablar
de estructuras culturales sin sede física. O incluso de lugares virtuales. En
el primer caso son las instituciones públicas las que están al timón de aquellas,
como pueda ser, por hablar de un ejemplo cercano, el Centro Cultural
Montehermoso ubicado en nuestra ciudad. En el segundo caso, son los organismos
privados sus gestores: entidades bancarias, empresas, también fundaciones. CaixaForum,
por ejemplo, es un centro cultural gestionado por la Fundación "la
Caixa" ubicado en Madrid. Finalmente, nos encontraríamos con los espacios
alternativos, también llamados “independientes, que son lugares coordinados en
la mayoría de las ocasiones por un colectivo o asociación, que se nutre de
ayudas privadas y públicas para poder realizar actividades culturales de
diversa índole. Finalmente, el sector en el que se mueven marca también la
naturaleza de esta triada: pueden tratar la cultura en general o ciertas artes
en particular. Y así nos podemos encontrar con centros culturales dedicados
sólo a las artes visuales, escenográficas, cinematográficas, musicales…
Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que los espacios
culturales de raíz pública suelen estar sometidos a los vientos –a veces
ciclones- políticos Hablando en plata: los que alimentan con recursos estos
dispositivos culturales pueden buscar obtener ciertos réditos electorales. Y
así, pueden colocar a un director o directora al frente de aquellos afín al
ideario del partido al que pertenezcan. Una manera de contrarrestar esta
posibilidad es cumplir con los códigos de buenas prácticas y licitar a concurso
su dirección. Aunque, como ya sabemos, “hecha la ley, hecha la trampa”: si en
dicho concurso el jurado es afín al partido en cuestión, el “veredicto” también
lo será.
En cuanto a los espacios culturales gestionados por
instituciones privadas, obviamente los intereses también serán privados. Defenderán
su “marca”. Funcionarán como escaparate para las empresas que lo dirigen.
Finalmente, los espacios culturales alternativos,
gestionados siempre desde cierta precariedad y auto explotación, estarán
teñidos de cierto romanticismo y filantropía. Nos encontraremos ahí con
personas amantes del arte y de la cultura, que no viven exclusivamente del
trabajo que realizan en estas infraestructuras. Realmente, quién busca el
perfume real de la cultura y del arte, ahí lo encontrará.