El pasado jueves 28 se celebraba en nuestra provincia la romería de San Prudencio en Armentia donde se encuentra la Basílica de dicho santo, un punto importante del Camino de Santiago por Alaba. Y hace dos días, la de Estibaliz, una cita que se remonta al siglo XII pues un día de mayo se celebraba un mercado que coincidía con los Juicios de Dios o Desagravios, actos que servían desde el medievo para resolver diversas disputas como las que mantenían los Gevara y los Mendoza. Allí ambas familias pusieron punto y final a las conflagraciones que mantuvieron durante los XIII al XVI intercambiándose el cuerno con el que las convocaban sus guerras.
La palabra “romería” proviene de “romero”, vocablo utilizado originalmente para denominar al peregrino que se dirigía a Roma, el gran centro de poder del cristianismo donde, según esta religión, se encuentran algunas de los restos de los discípulos de Jesucristo. Después, su uso se extendió a los peregrinos de Tierra Santa e incluso Santiago. Con el tiempo el término amplió su uso para aludir a cualquier persona que visitase un santuario o una ermita, eso sí, también para venerar a los cuerpos de los santos cristianos que fueron durante los primeros siglos de la cristiandad fundamentales para celebrar sus ritos: no se concebía un altar si no era lugar de enterramiento de un santo. En la segunda mitad del siglo IV empezó la práctica de fragmentar los cuerpos de los santos para repartirlos. Se pegaban por ellos sumas de dinero considerables. La adquisición de una reliquia, incluso, fue motivo en más de una ocasión de altercados entre diversas comunidades que se la disputaban. En el siglo IX surgió una asociación consagrada a la venta y regulación de reliquias. A comienzos del siglo XIII, la Iglesia impuso un poco de orden en este trapicheo prohibiendo la adoración de reliquias que no tubieran su "certificado de autenticidad”.
En Álava, sus más de 422 parroquias y 300 ermitas llegaron a albergar en el siglo XVI 2.000 reliquias de las que todavía se conservan algunas, como es el caso de las correspondientes a San Prudencio.
Prudencio de Armentia falleció en El Burgo de Osma (Soria) cuando ejercía de intermediario como obispo de Tarazona (Zaragoza) en una discordia. Para enterrarlo, se optó por la tradicional usanza de dejarlo en una cabalgadura hasta que el animal se detuviese. Parece ser que la mula dejó de caminar en el Monte Laturce, un lugar próximo a Logroño en el que se erigió con los años un monasterio. Debido a su fama de milagrero los restos de Prudencio se utilizaron como reliquias para la devoción en diferentes iglesias. La mayor parte de ellas acabaron en Santa María la Real de Nájera. En 1830, el entonces diputado general de Álava Diego de Arriola consiguió un trozo de hueso del muslo del santo para el regocijo de los beatos alaveses. La pieza se atesoró en un relicario de plata en el que continúa hoy en día.
La palabra “romería” proviene de “romero”, vocablo utilizado originalmente para denominar al peregrino que se dirigía a Roma, el gran centro de poder del cristianismo donde, según esta religión, se encuentran algunas de los restos de los discípulos de Jesucristo. Después, su uso se extendió a los peregrinos de Tierra Santa e incluso Santiago. Con el tiempo el término amplió su uso para aludir a cualquier persona que visitase un santuario o una ermita, eso sí, también para venerar a los cuerpos de los santos cristianos que fueron durante los primeros siglos de la cristiandad fundamentales para celebrar sus ritos: no se concebía un altar si no era lugar de enterramiento de un santo. En la segunda mitad del siglo IV empezó la práctica de fragmentar los cuerpos de los santos para repartirlos. Se pegaban por ellos sumas de dinero considerables. La adquisición de una reliquia, incluso, fue motivo en más de una ocasión de altercados entre diversas comunidades que se la disputaban. En el siglo IX surgió una asociación consagrada a la venta y regulación de reliquias. A comienzos del siglo XIII, la Iglesia impuso un poco de orden en este trapicheo prohibiendo la adoración de reliquias que no tubieran su "certificado de autenticidad”.
En Álava, sus más de 422 parroquias y 300 ermitas llegaron a albergar en el siglo XVI 2.000 reliquias de las que todavía se conservan algunas, como es el caso de las correspondientes a San Prudencio.
Prudencio de Armentia falleció en El Burgo de Osma (Soria) cuando ejercía de intermediario como obispo de Tarazona (Zaragoza) en una discordia. Para enterrarlo, se optó por la tradicional usanza de dejarlo en una cabalgadura hasta que el animal se detuviese. Parece ser que la mula dejó de caminar en el Monte Laturce, un lugar próximo a Logroño en el que se erigió con los años un monasterio. Debido a su fama de milagrero los restos de Prudencio se utilizaron como reliquias para la devoción en diferentes iglesias. La mayor parte de ellas acabaron en Santa María la Real de Nájera. En 1830, el entonces diputado general de Álava Diego de Arriola consiguió un trozo de hueso del muslo del santo para el regocijo de los beatos alaveses. La pieza se atesoró en un relicario de plata en el que continúa hoy en día.