21.4.19

SAN FRANCISCO


En 1930 el monumental Convento de San Francisco -un conjunto religioso que durante siete siglos se erigía sobre siete mil metros cuadrados de nuestra ciudad ocupando una parcela situada entre las actuales calles de San Francisco y Postas- fue derribado. Derribado, además, el mismo día que fue declarado monumento histórico pues la orden para detener su derribo no llegó a tiempo. Y así, parte de la historia de nuestra ciudad fue también derribada con él aunque algunos se beneficiaron económicamente de ello especulando con la parcela.
Cuentan que cuando San Francisco de Asís, en el año 1214 y de camino a Santiago, pasó por Gasteiz –fundada solo 33 años antes de este hecho-, los vitorianos de entonces recogieron dádivas para levantar una iglesia en su honor. Con este dinero, se levantó la capilla de Santa María Magdalena que fue el origen del posterior convento. Un siglo después, la Voluntaria Entrega de Álava por parte de la Cofradía de Arriaga a la corona de Castilla, a Alfonso XI, fue certificada ahí. Eso sí: los señores alaveses conservaron sus privilegios y propiedades a cambio de renunciar a su jurisdicción. Siglo y medio después, Adriano VI celebraba en la capilla del convento su primera misa como Papa. También las Juntas Generales tuvieron en ocasiones su sede allí.
Hace unos meses el colectivo “Álava Medieval” desplegaba una exposición en la Fundación Sancho el  Sabio reconstruyendo documentalmente la vida del edificio: “La ciudad perdida. El desaparecido convento de San Francisco” Y hace escasos días esa misma asociación presentaba un extenso e intenso libro bajo ese mismo título. También leíamos en los medios que el ayuntamiento quiere poner en valor las ruinas de dicho convento pues aún sigue en pie una portada renacentista de la capilla que corresponde a la parte más antigua del Convento. El Ayuntamiento, en cualquier caso, responde así a la reclamación de arqueólogos expertos en la materia que plantean una intervención divida en tres fases y capitaneada por la Universidad: consolidar lo existente, excavar para realizar un estudio arqueológico y, finalmente, hacer el espacio accesible al público. La mayor traba estriba en que el lugar dónde se levantan las ruinas son de propiedad privada, de los vecinos, con lo que los terrenos deben de ser adquiridos a sus dueños. Obviamente el estudio y la puesta en valor de los restos del convento son tareas de un gran interés histórico y que ampliarían la biografía de nuestra ciudad. Por no hablar de su valor turístico que, como sabemos, siempre interesa a nuestras instituciones públicas más que el cultural o histórico.  
Deberíamos tomar buena nota de lo sucedido con el convento de San Francisco pues hoy en día, aunque nos parezca increíble, existe patrimonio histórico en nuestra ciudad y provincia en riesgo de desaparecer. Ojalá, lo sucedido con este convento, no suceda jamás. Porque cuando un edificio singular desaparece, se lleva con el parte de nuestra historia.