En 1930 el monumental Convento de San Francisco -un conjunto
religioso que durante siete siglos se erigía sobre siete mil metros cuadrados de
nuestra ciudad ocupando una parcela situada entre las actuales calles de San
Francisco y Postas- fue derribado. Derribado, además, el mismo día que fue declarado
monumento histórico pues la orden para detener su derribo no llegó a tiempo. Y
así, parte de la historia de nuestra ciudad fue también derribada con él aunque
algunos se beneficiaron económicamente de ello especulando con la parcela.
Cuentan que cuando San Francisco de Asís, en el año 1214 y
de camino a Santiago, pasó por Gasteiz –fundada solo 33 años antes de este hecho-,
los vitorianos de entonces recogieron dádivas para levantar una iglesia en su
honor. Con este dinero, se levantó la capilla de Santa María Magdalena que fue
el origen del posterior convento. Un siglo después, la Voluntaria Entrega de Álava
por parte de la Cofradía de Arriaga a la corona de Castilla, a Alfonso XI, fue
certificada ahí. Eso sí: los señores alaveses conservaron sus privilegios y propiedades
a cambio de renunciar a su jurisdicción. Siglo y medio después, Adriano VI
celebraba en la capilla del convento su primera misa como Papa. También las
Juntas Generales tuvieron en ocasiones su sede allí.
Hace unos meses el colectivo “Álava Medieval” desplegaba una
exposición en la Fundación Sancho el Sabio
reconstruyendo documentalmente la vida del edificio: “La ciudad perdida. El
desaparecido convento de San Francisco” Y hace escasos días esa misma
asociación presentaba un extenso e intenso libro bajo ese mismo título. También
leíamos en los medios que el ayuntamiento quiere poner en valor las ruinas de
dicho convento pues aún sigue en pie una portada renacentista de la capilla que
corresponde a la parte más antigua del Convento. El Ayuntamiento, en cualquier
caso, responde así a la reclamación de arqueólogos expertos en la materia que
plantean una intervención divida en tres fases y capitaneada por la
Universidad: consolidar lo existente, excavar para realizar un estudio
arqueológico y, finalmente, hacer el espacio accesible al público. La mayor
traba estriba en que el lugar dónde se levantan las ruinas son de propiedad
privada, de los vecinos, con lo que los terrenos deben de ser adquiridos a sus
dueños. Obviamente el estudio y la puesta en valor de los restos del convento
son tareas de un gran interés histórico y que ampliarían la biografía de nuestra
ciudad. Por no hablar de su valor turístico que, como sabemos, siempre interesa
a nuestras instituciones públicas más que el cultural o histórico.
Deberíamos tomar buena nota de lo sucedido con el convento
de San Francisco pues hoy en día, aunque nos parezca increíble, existe
patrimonio histórico en nuestra ciudad y provincia en riesgo de desaparecer. Ojalá,
lo sucedido con este convento, no suceda jamás. Porque cuando un edificio
singular desaparece, se lleva con el parte de nuestra historia.