23.4.19

MINAS

A principios del siglo XX la Compañía Asfaltos de Maeztu ostentaba quince concesiones de minas en las que en un par de décadas extrajo más de 40.000 toneladas de roca asfáltica. La puesta, a partir de 1927, de la línea Vitoria-Estella del Ferrocarril Vasco-Navarro, que pasaba junto a las instalaciones de las minas de Atauri y donde se edificó la estación de tren facilitó la salida del asfalto y betún elaborados. Hoy en día, el amplio complejo de edificios abandonados, con puertas y ventanas tapiadas, en los que antaño más de 70 personas trabajaban en la fábrica de asfalto y oficinas de Atauri, está medio derruido. Ninguno de esos edificios se ha salvado de la labor de los saqueadores de edificios abandonados y de los vagabundos que pernoctaban en estos espacios vacíos.

Hace unos meses, nuestra Diputación planteaba reconvertir estas antiguas minas en un nuevo recurso turístico, científico, recreativo y de ocio. Hablamos, por lo tanto, de que su intención es que esta infraestructura se convierta en un eje de atracción dentro de lo que denominamos “turismo rural”, que no deja de ser turismo cultural que se desarrolla en el ámbito rural.

Entre las competencias de los concejos alaveses destacan la construcción y conservación de su patrimonio, incluido el cultural y el medioambiental. Obviamente nadie conoce, y también respeta, mejor este patrimonio que los propios vecinos que conviven con él y que, en ocasiones, viven de él. Recordemos que cultura y medioambiente forman parte de lo que llamamos “bien común” o “procomún”. Es por eso que ambos ámbitos deben de ser respetados, cuidados y protegidos ante cualquier interés particular o colectivo que piense en su explotación para conseguir objetivos ligados a lo económico. Recordemos el impacto medioambiental intensamente negativo del “turismo de sol y playa” que desde los años 50 fue motor económico de buena parte del país. Recordemos también como el turismo cultural ha causado en ciudades como Barcelona, o Donosti, muchísimas problemáticas relacionadas con la vivienda, con la desaparición del comercio tradicional… En definitiva: el turismo provoca cambios en los contextos en los que se desarrolla. Por lo que hay que regularlo para que su impacto sea positivo y no negativo.

Y ahora, parece ser, miramos hacia el turismo rural con las expectativas de que el maltrecho tejido rural disponga de una nueva herramienta para su supervivencia. Cuestión ésta que defendemos, pero que se debe realizar desde una visión ecológica, sostenible, respetuosa con el medioambiente, con su contexto natural y humano y, por supuesto, contando con la participación real de los agentes locales. En el caso concreto de Atauri, con los propios vecinos y vecinas de Atauri, que por declaraciones suyas, nos consta que tienen esa visión respetuosa con el espacio mediombiental que, repetimos, habitan. Deberían ser ellos, por lo tanto, los que lideren el proyecto de restauración y puesta en valor de las antiguas minas de asfalto de Atauri.