15.4.19

AMBULANTE


“Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban.”, explicaba en una ocasión el actor, director, guionista y escritor Fernando Fernán Gómez con motivo de haber abandonado paulatinamente ese arte escénico y haberse volcado más en el mundo del cine. Dicen que a Fernán Gómez lo que le hastiaba no era el teatro en sí, sino más bien el mundo, el contexto, que conformaba este arte. La repetición diaria de los papeles en los que participaba y un público que hablaba, tosía o se revolvía en los asientos, eran molestias que, declaraba, se le hacían insoportables. Dicen también que la gota que colmó el vaso de su paciencia se vertió durante una representación de “El alcalde de Zalamea” allá por 1991 que iba sobrecargada de gritos escolares, Quizá si Fernando Fernán Gómez hubiera optado, por una pate, por integrar al público en sus obras, de interactuar con él, las molestias no hubieran sido tales. Y si en vez de repetir hasta lo indecible el libreto de turno hubiera optado por la improvisación, el incordio podría haber sido sustituido por el placer.
Frente a otras artes, las escénicas aportan un valor que aquellas no tienen: el contacto directo con el público. Y así, sin público el teatro no existiría. Obviamente, en el caso mencionado de Fernán Gómez, el cine o la televisión eran medios en los que se encontraba más cómodo pues respondían a una concepción más afín a sus preferencias: inexistencia de público en directo y anulación de la repetición de un papel dramático.
La singularidad del teatro estriba, por lo tanto, en que para el público es una actividad vivencial: están presentes en el momento en que la obra tiene lugar. Potenciar esta singularidad, integrando a aquel en ésta es una posibilidad que todo actor o director de teatro puede aprovechar a su favor. Es entender correctamente este medio. Y, por otra parte, es regresar a los orígenes de este arte, a los tiempos de las culturas arcaicas cuando las comunidades humanas rendían un culto escenificado al sol, a la tierra, al fuego, al agua, a los animales… a través de danzas, rito o ceremonias abiertas en las que se utilizaban el cuerpo y la voz.
Ayer en el espacio cultural alternativo Zas Espazioa, situado en el epicentro de la Almendra vitoriana, tenía lugar una creación escenográfica colectiva y experimental de manos de Zanguango Teatro y titulada “Al otro lado”. Sobre un telón movible, con ruedas, y a pie de calle los actores improvisaban sus actuaciones e invitaban a los viandantes a formar parte de la creación. Una buena ocasión para conectar con una experiencia de teatro participativo, de “fricción”, que busca romper el espacio escénico tradicional pero que no deja de ser “teatro de calle”, “teatro en la calle” o también “teatro ambulante”. Hay, por lo tanto, un claro objetivo de llegar de manera sorpresiva, quizá a bocajarro, a un público que no frecuenta los teatros. Un teatro que se integra en nuestras vidas y para el que no necesitamos pagar entrada.