Último “Airotiv” del año. Debería de ser un “Airotiv” cargado
de espíritu navideño. Es decir: positivista, plagado de fe y esperanza. Pero va
a ser que no. Es más bien pesimista. O como se suele decir últimamente para
dejar a la altura del barro a toda opinión lanzada por un “optimista
informado”, se trata de un “Airotiv” distópico. Similar al futuro que nos descubre el “espíritu de la navidades futuras” de
Dickens. Pero al contrario que en “Cuento de navidad”, la avaricia no se
enmienda. No ha redención final. Vence el egoísmo.
Leemos por doquier que este 2018 es el año en el que dejamos
atrás esa profunda crisis en la que nos sumergimos hace ya una década, pero la
realidad es que la ventana del panorama que se abre ante nosotros nos ofrece un
paisaje desolador. Desolador para una gran mayoría de la ciudadanía. En
especial, para las nuevas generaciones. Los datos, ahí están. Para cualquiera
que quiera buscarlos en internet. Aunque en internet, la mayoría busca evasión y no dosis jarros de
agua fría de realidad. Pero, en resumen, “el fantasma de las navidades futuras”
–de un futuro inmediato- nos muestra a los jóvenes abocados a aceptar trabajos
que no les permiten vivir ya con dignidad. Y a ser educados y a recibir una
cultura evasiva, programada para que se escapen de esa dura realidad. El
Estado, por lo tanto, les procura un trabajo mal pagado y múltiples
distracciones para que se olviden de su paupérrima situación. En cualquier
tienda ya tienes una pantalla gigante de plasma a bajo coste y un montón de
telebasura gratuita. También puedes apuntarte a un gimnasio para muscularte por
el precio de tres gin-tonics. Y comprar para enfundar el “musculamen” ropa de
saldo producida en países en los que no se respetan los derechos humanos.
¿Quién puede extrañarse que con ese caldo “cultural” no surjan monstruos juveniles
como los de “la manada”? Mientras tanto, las grandes fortunas crecen. Y los
partidos políticos al mando, trabajando para ellas. Curiosamente con el apoyo
de la mayoría de la ciudadanía. Una ciudadanía que paulatinamente es alejada de
la cultura y de la educación por los partidos al mando. La ecuación funciona.
Se retroalimenta.
Antaño decían que la revolución o será cultural o no será. Así
que parece ser que no será. La cultura sigue el contorno de la economía. Y ésta
lo tiene claro: se apoya a “los de arriba” a costa de “los de abajo”. En el
País Vasco, PNV y PSE han buscado como socio presupuestario a PP. La razón
fundamental del pacto ha sido apoyar una reforma fiscal que rebaja los impuestos
de las grandes empresas. Menos recaudación, por lo tanto, para invertir en
cultura, medio ambiente, sanidad, educación, bienestar social… “Poderoso
caballero es don dinero”, esa es la cultura que tenemos. Desde luego, no es la
que necesitamos. Ojalá surja una nueva “tribu urbana” que apueste por la
cultura. Porque el conocimiento, ahí está. Sigue estando al alcance de todos si
no nos dejamos “distraer” a tiempo completo.