El nuevo año ya ha arrancado y con él los espacios
culturales se sacuden el polvo de las actividades del pasado año para
presentarnos, este mes de enero, la punta de un nuevo iceberg que otearemos al
completo a lo largo de 2018. Un iceberg que, dicho sea de paso, navega en las
frías aguas culturales de nuestra Siberia-Gasteiz. Desde la gestoría pública,
pocos cambios: la cultura les importa un carajo. Como ya hemos escrito hasta la
saciedad, pocos votos les reporta. Es más: quizá resten votos si se midieran
ante una ciudadanía culta. Así que lo atrayente se mueve en el terreno de lo
privado, en la docena larga de espacios cernacos independientes. Obviamente en
un contexto cultural en el que prima la precariedad y la explotación, los
creadores han decidido -desde el inicio de la crisis económica- auto explotarse:
si hay que trabajar para otros bajo condiciones laborales paupérrimas mejor
hacerlo para uno mismo: no se deja de ser pobre pero se te queda menos cara de
tonto. Y la crisis económica vocea nuestra gobernanza que ya pasó, pero en
cultura los presupuestos siguen siendo “críticos”. Aunque ahora todo lo que
tiene que ver con el ocio, espectáculo, escapismo y frivolité se empaqueta bajoel sello “cultura”.
Ayer se inauguraba -en el local de la calle Correría Zas
Espazioa- una muestra de la artista gasteiztarra Txaro Arrázola. Una creadora
que, fundamentalmente, se desenvuelve desde sus inicios profesionales en el
medio pictórico. La creadora nos presenta “Aguamaniles”, una serie de trabajos que
nos invita a reflexionar sobre el papel de la mujer en la sociedad actual. Pues
Arrázola trabaja – o milita- en el arte desde una óptica feminista siendo
además, valga la redundancia, militante, de “Plataforma A”, un colectivo cuyo
objetivo es visibilizar y normalizar el trabajo de las artistas en el sistema
del arte. Si nos acercamos a Zas, podemos contemplar obras de gran formato en
las que, por ejemplo, aparecen torsos de mujeres bordados con hilo sobre los
tradicionales lienzos utilizados habitualmente en el ámbito pictórico. Tela y
costura para reivindicar el trabajo ancestral de las mujeres. Trabajo que
siempre ha estado desprovisto de reconocimiento social y ha sido históricamente
“adscrito al ámbito de lo femenino, lo privado y lo lento”, como declara la
autora. Técnicas manuales que no han sido nunca avaladas por el “sello arte” y
que por esa razón chocan claramente con los legitimados trabajos que surgen del
medio pictórico.
No se ha logrado aún que la historia del arte oficial, a
pesar de las aportaciones de las historiadoras de sensibilidad feminista, modifique
sus páginas incorporando el trabajo de creadoras relevantes. Como escribía
Rimbaud: "cuando se rompa con la infinita servidumbre de la mujer, cuando
viva por sí misma y para sí misma... ¡ella también será poeta! ¿Serán sus ideas
diferentes de las nuestras? Encontrará cosas extrañas, insondables, repulsivas,
deliciosas; las cogeremos, las entenderemos..."