De vez en cuando –cada cuatro años, más bien- los nuevos equipos
de gobierno que aterrizan en nuestras instituciones entran de alguna manera en
contacto con la plebe cultural, la bohemia, cómo quiera que nos llamen desde
esas alturas institucionales para -según dicen ellos- escucharnos, incluso
recabar ideas. Lo hacen muy educadamente. Te mandan hasta una tarjeta impresa
en dorado en la que ponen frases como “su presencia es muy importante” y flores
similares. Un servidor ha estado en unos cuantos de esos encuentros. A veces toman
forma de jornadas; otras, de mesas de la cultura; incluso estos últimos años,
de foros de participación ciudadana que pueden durar años: los consejos
sectoriales. El mismo perro, pero con distinto collar. Se innova mucho en la
forma del collar: una vez incluso acudí a un desayuno de trabajo. Políticos electos y gente de la cultura
charlando –creo que en esa ocasión era sobre la Agenda 21 de la Cultura- mientras sorbíamos café mojando pastas en
él y sintiéndonos todos muy importantes por haber sido invitados por el Excelentísimo Nosecual que nos daba la
oportunidad de escucharnos atentamente a nosotros mismos. Siempre ha dado igual
el color del partido del Excelentísimo.
Nunca de algo así ha salido algo de provecho. La utilidad de estos foros es
clarísima: la institución muestra su consideración hacia la plebe cultural
invitándola a palacio para oír sus lamentos. Todo el proceso se airea en los
medios para rentabilizarlo políticamente. Y la plebe cultural se queda una temporada
más tranquila pues le han dicho que van a tomar en consideración sus
aportaciones.
Nuestros gobernantes ya saben lo que tiene que hacer. No son
tontos. Tienen el EGB, despachos, asesores y técnicos de carrera. Ocho horas al
día con buen salario dan para googlear
mucho buscando ideas. Las soluciones las saben. Pero si las aplicaran tendrían
a un pueblo culto y crítico.
Estos foros serían operativos si lo que se acordara en ellos
después se cumpliera. Pero no es así. Le llaman “participar” a dejar opinar al
vulgo. Para después coger sus opiniones, redactar un informe con ellas… y
tirarlo a la papelera. Tirarlo a cámara lenta. A ralentí. Hasta que llegue la
próxima legislatura. Acudir a esos foros no sirve para nada. Son humo. Quieren
distraernos. Lo digo con conocimiento de causa: cuatro años estuve por la patilla en el Consejo Social de
nuestra ciudad. Y absolutamente nada de lo que ahí se dijo se aplicó a la
ciudad.
Por eso los agentes culturales de nuestro territorio se han unido
por primera vez en una mesa de trabajo conjunto ajena a la institución llamada
Mahaia. Porque años de perder el tiempo nos han enseñado a estar unidos y a no
dejarnos camelar por bonitas palabras y cafés con leche. Si la institución
quiere de verdad colaborar con las fuerzas
vivas ya sabe lo que tiene que hacer: convertir esos foros en resolutivos.
Todo lo demás es pura pantomima de cara a la galería y gastarse en la
parafernalia, además, el dinero del contribuyente.
