Tras las cercanas elecciones, habrá relevo en nuestra
gobernanza. O por lo menos así lo deseamos la mayoría de los que por estos
lares vivimos. Pues si hiciéramos un baremo de los resultados obtenidos por
nuestras instituciones públicas durante estos últimos cuatro años, esta no
arrojaría para nada un saldo positivo. Desde las tres grandes perspectivas que
todos tenemos en mente –social, económica y cultural-, estamos peor que nunca. Por
una parte hemos visto como desde lo público se ha abandonado la cultura a su
suerte: carpetazo al Proyecto Amarika, al Centro Cultural Krea, abandono del
Centro Cultural Montehermoso y de la Escuela de Artes. En lo social, todavía
estamos viendo como nuestro alcalde recoge firmas para endurecer el acceso a
las ayudas sociales. O baja la persiana de proyectos que generan espacios de
oportunidad como es el caso de Gauekoak o Goian. Y en lo económico, se ha favorecido a las
grandes empresas, inyectándose además recursos desde estamentos culturales: es
el caso de la capitalidad gastronómica, por poner un ejemplo. En conclusión: se
han habilitado políticas para una minoría, la más pudiente. Y, eso sí, desde nuestras instituciones públicas se ha generado
también mucho circo para tener al resto de ciudadanos, a esa gran mayoría,
distraídos: festivales de televisión, ferias de lo que sea y... tortillas
gigantes.
Pero, afortunadamente, nuestra comunidad está reaccionando antes estas políticas. Los efectos colaterales causados por ellas son, por lo tanto, interesantes. Porque demuestran que Vitoria no está del todo adormecida. Y, por otra parte, también corrobora el hecho de que cada vez hay menos personas pudientes en nuestro territorio. Tiene, por lo tanto, que haber cambios. Porque, obviamente, la gobernanza es elegida por una mayoría de ciudadanos y no por una minoría. Y la mayoría hace tiempo que no puede más.
En ese sentido, hemos visto como “el gran Wyoming” a su paso
por Vitoria hace unos días se retrataba junto a un cartel de “Gora Gasteiz”,
ese colectivo conformado por un tropel de personas representativas de nuestra
sociedad que se ha creado para contrarrestar el daño social causado por la demagógica
recogida de firmas liderada por nuestro alcalde. Dicha agrupación está poniendo
en marcha, de manera desinteresada, un gran repertorio iniciativas culturales para
dejar claro que en esta ciudad se apuesta por la convivencia y la solidaridad. En
definitiva: por una comunidad rica en valores.
No le gustó a nuestro diputado la foto de Wyoming, pero
supongo que menos le gustaría ver, escuchar, como este gran humorista mordazmente
denunciaba -días después y en su programa televisivo- el ya famoso caso del
millonario alquiler firmado por Alfonso Alonso con un empresario alavés. Para
el que no recuerde el caso, le refresco la memoria: éste compró un local de 2,7
millones de euros y Alonso se lo alquiló poco después -en un contrato brindado-
por 8 millones a 20 años. Queda claro que nuestra gobernanza ha situado a
Vitoria “en el mapa”. En el de la chanza nacional.
