Medio mundo se ha conmocionado estos días por el crudo
asesinato de doce trabajadores de la revista Charlie Hebdo. Pero, nos consta, especialmente estos hechos han
sacudido hondamente a las personas que trabajan en ese ámbito, en el del humor
gráfico. Ellos son los que más han sentido -hasta en la médula de sus huesos- el “Je suis Charlie”: no hay más que echar un vistazo en internet para ver la
respuesta de numerosas revistas de humor gráfico como El Jueves, el TMEO, Mongolia… y también de un sinfín de
dibujantes que trabajan en esas trincheras. La mayoría de ellas, de estas
respuestas, obviamente han sido en clave de sentidas viñetas.
Cada cierto tiempo y en todas las partes, rincones, del
planeta, un humorista gráfico es censurado, multado -incluso encarcelado- por
hacer su trabajo, que no es otro que provocar reflexión a través del humor de
una viñeta. Esto sucede tanto en regímenes políticos democráticos como
dictatoriales. Por poner algunos ejemplos: el año pasado la fiscalía turca pide
–por insultos e injurias contra el presidente de Turquía- pena de presión para
el dibujante Musa Kart por realizar un chiste gráfico en el diario Cumhuriyet. En ese mismo país y ese
mismo año el dibujante Mehmet Düzenli ingresa tres meses en la cárcel tras ser
acusado de insultar a Adnan Oktar, un predicador musulmán. También el año
pasado el diario ecuatoriano El Universo
publica una viñeta del
dibujante Bonil relacionada con una
intervención policial. El presidente Correa llama al dibujante mentiroso y odiador, finalmente se sanciona al
diario con una cuantiosa multa y el
gobierno otorga al dibujante un plazo de 72 horas para publicar una rectificación de la viñeta. En
Siria, en 2012, el dibujante Akram Raslam es detenido a causa de unas viñetas publicadas
en Facebook críticas con su presidente. Este dibujante todavía sigue preso. Ese
mismo año en Irán el dibujante Mahmoud
Shokraiyeh es sentenciado a recibir 25
latigazos por realizar una caricatura publicada en el diario Nameye Amir. En México, en 2005 el
diario Noticias de Oaxaca, México, fue clausurado por el gobernador José Murat
por una viñeta publicada en dicho periódico que, simplemente, no le gustó. En
Costa Rica, en 2003, el dibujante Oscar Sierra Quintero fue despedido del
diario Prensa Libre por hacer un
chiste sobre Bush en Irak. Y podríamos seguir y seguir citando ejemplos
similares hasta llenar todo este periódico.
Artistas –porque lo son, lo demuestran continuamente- que se
juegan la cárcel o, aún peor, su vida por un dibujo. Impresionante que suceda
esto en un mundo en el que cada vez hay más miedo y, por lo tanto, más
cobardes. Lo hemos visto también estos días: algunos medios de comunicación
incapaces de reproducir las polémicas portadas de la revista Charlie Hebbo por miedo a sufrir amenazas,
otro atentado… Pero los dibujantes son valientes. Lo han dejado claro. Quizá
porque el arte – si lo sientes de verdad- sirve como un parapeto ante el miedo.