Este domingo finaliza la exposición “Hard”, que se inauguró hace un mes en el C.C. Montehemoso. Un centro que
ha visto menguar, estos últimos tres años, su presupuesto hasta extremos
alarmantes: de contar con dos millones de euros anuales en tiempos del anterior
director –Xabier Arakistain- este centro dispone actualmente de sesenta mil
euros. Con estos dineros es imposible poner en marcha una línea de
publicaciones que documente y contextualice las exposiciones que se desarrollan
en dicho espacio. Tampoco se puede pagar unos mínimos honorarios por su trabajo
a los artistas o comisarios que producen las exposiciones. En fin, una situación
paupérrima ésta que evidencia el desinterés de nuestro Consistorio en materia
de un arte y una cultura que no es mero espectáculo o que no tiene que ver con
el turismo: se está manteniendo un centro cultural con la mitad de lo que nos
cuesta, por ejemplo, el Festival de Televisión. El ayuntamiento aporta para
dicho evento –un evento que dura seis días, 180.000 euros. Y, en cambio, se mantiene
un centro cultural en funcionamiento durante un año con un tercio de esa
cuantía. Es ésta una situación muy “Hard”: la de los centros culturales y
artistas de esta ciudad.
Pero volvamos a “Hard”, la exposición. Hard no es una ortodoxa
retrospectiva del artista afincando en Vitoria Gustavo Almarcha. No es una mera
muestra de obras realizadas por este pintor a lo largo de su vida. Ni tan
siquiera las obras que podemos ver en esta exposición se exhiben en orden
cronológico. En “Hard” no existe un vector temporal que nos guíe. Pero, en
cambio, existe un hilo conductor retrospectivo. Un consistente hilo compuesto
de un duro componente -“Hard”- más sólido que la materia: el tormento. Y así
una sensación pesada de desasosiego hilvana la visualmente heterogénea obra de
Almarcha. Ese hilo ha sido extraído a corte de bisturí e injertado en esta
exposición. Y así, obras de diferentes etapas del artista, realizadas durante
un periodo de treinta años conviven entre sí, agrupándose en pequeños montajes
de varias pinturas, dibujos, componiendo una suerte de mosaicos narrativos
ideados de manera sincrónica, intuitiva, por Gustavo Almarcha.
En “Hard” podemos encontrarnos con caras deformadas por
gestos desencajados pintadas de manera gestual, expresionista. Con cuerpos
solitarios, deformados, encrespados. Con pinturas, dibujos, bocetos, en los que
no hay espacio para la amabilidad. El horror, la angustia, el miedo, la desazón
-incluso lo grotesco- lo llena todo.
El retrato del autor adolescente realizado por su padre, un pintor
notable (Alejandro Almarcha. Madrid, 1921 - Miranda de Ebro, 2011), preside la
muestra, pues de alguna manera sirve de preludio que anuncia el desazonante carácter
de esta exposición. Y la paleta del propio artista acompaña a este retrato. Pues
al final toda obra está compuesta de dos ingredientes: materia y humanidad. Ingredientes
que en “Hard” casi se pueden mascar en el aire mientras deambulamos por la
muestra.
