Tenemos compañeros de viaje que, a largo de la historia, nos
acompañan desde hace tanto tiempo que dilucidar desde cuándo están con nosotros
nos resulta una tarea imposible. Es el caso de los poetas. ¿Acaso podemos datar
la creación del primer verso?
Antes de la existencia de la escritura, la poesía era un
medio oral de transmisión de conocimientos. La información se legaba de una
generación a la siguiente, de padres a hijos. Y para facilitar esta tarea de memorización,
de comunicación y de que los mensajes no mutaran con el correr de los tiempos
se establecían ciertas fórmulas. Acompañar lo transmitido con ritmo, con música
–una canción, por ejemplo- o que las frases rimaran entre sí facilitaba el
recuerdo de los mensajes. Como también dotarlos de carga emotiva, pues algo
insuflado de emoción deja un registro hondo en nuestra memoria. Y estos trucos mnemotécnicos
también se legaban, formando parte de una herencia compartida. De esa manera
los cantores podían utilizarlos para crear nuevas historias que transmitir. Una
poesía, por lo tanto, no dejaba de ser un instrumento pensado para que una
civilización analfabeta recordara su pasado.
Aunque no podemos poner fecha al primer poema, sí podemos
datar su primer registro: unas inscripciones jeroglíficas egipcias del año
2.600 A.C. Son canciones. Canciones de
las que desconocemos su música.
Pero la palabra “poesía” surge mucho después, en Grecia.
Hablamos de mil años antes de Cristo. Allí nace la figura del rapsoda:
pregonero ambulante que recitaba poemas.
Poemas que no eran de su propio cuño. Dictaban en ferias, en fiestas populares…
y cobraban por su trabajo. Los llamados
“aedos” también entonaban versos pero a diferencia de los rapsodas,
éstos estaban escritos por ellos. Además los rapsodas no acompañaban su labor
con música como los “aedos”: solo sostenían un bastón en la mano -el “rapdos”- para
marcar el ritmo del poema. Y los hacían sin cantos: únicamente modulaban los
versos. Homero –que escribió la Odisea y la Ilíada, obras que no dejan de ser
poemas- es el primer rapsoda conocido, pues no sabemos si realmente son
trabajos originales suyos. Hablamos del siglo VIII antes de Cristo.
Más tarde, siglo a siglo, paulatinamente la poesía se va
liberando de esa carga que tuvo en sus inicios como transmisora de memoria
colectiva. Se convierte en arte autónomo. En un medio para transmitir
sentimientos, emociones que intenta superar los límites del lenguaje. Pero hoy
en día sigue conviviendo con la música, pues los cantantes actuales son los
descendientes de los “aedos”. También la poesía funciona textualmente como
género literario. Y los rapsodas continúan recitando versos, no ya de Homero,
sino de poetas más actuales. Lo hacen en bares, teatros, auditorios… y en
museos. Por poner un ejemplo cercano, este miércoles pasado la rapsoda Patricia
Furlong recitó varios poemas en Artium como actividad enmarcada en la muestra
“El desarreglo”. Eso sí, sin la ayuda de un “rapdos”.
