No
todo en el arte son centros expositivos, número de visitantes, obras vendidas,
subastas, galerías de arte, turismo cultural, tiendas de recuerdos de museos…
Existen otras maneras de abordar el arte: verbigracia, a través de proyectos que
se apartan de esos caminos –más bien autopistas- tan trilladas para descubrir
nuevos senderos. Proyectos que se mueven entre bambalinas, que no buscan “salir
en la foto”, que se cocinan a fuego lento desde el mundo de la creación.
Proyecto de los que casi no se habla: no suelen ocupar las páginas de las
secciones culturales –o de sociedad- de los periódicos, no mueven masas. Pero son
proyectos innovadores, imaginativos, que aportan mucho a nuestra sociedad, que
circulan por terrenos fronterizos para incidir en múltiples problemáticas de
diverso índole –social, económica…- ofreciendo pistas, ideas, soluciones.
Proyectos que transforman nuestra sociedad, en definitiva –aunque muchas veces
no nos demos cuenta- incidiendo en ella por ósmosis, por filtración, gota a
gota. Alejándose del impacto mediático, del espectáculo… de ese camino tan
concurrido últimamente por la cultura.
Imagínense
que una empresa, entidad, colectivo… tiene un problema, un reto, y no sabe cómo
abordarlo. E imaginen que entonces aparece un artista que ofrece su tiempo y
creatividad en aras de resolverlo. Estamos
hablando de fusionar dos mundos muy distintos: el empresarial y el
artístico. De poner en contacto dos ámbitos lejanos para agitar esa nueva
mezcla y ver qué sucede. Y estaríamos hablando de algo que ya existe: de un
proyecto llamado “Conexiones
improbables”.
Conexiones
improbables está gestionada por la entidad vasca c2+i creada para impulsar procesos
creativos y nuevos ámbitos de relación entre la economía, la cultura y las
organizaciones sociales. Sus proyectos, según comentan sus promotores
“siempre parten de las necesidades de las organizaciones, y desde ‘Improbables’
actuamos de mediadores y dinamizadores de todo el proceso de colaboración” y
son capaces de generar “un contexto de alto valor añadido tanto para los
creadores y los pensadores como para las empresas y organizaciones públicas y
sociales participantes”.
La
mirada del artista -como muchas veces se ha dicho y repetido hasta la saciedad-
es como la mirada de un niño: ingenua, fresca e imaginativa. Y de la misma
forma que muchas veces no escuchamos las voces de los niños, también obramos
del mismo modo con los artistas. Y ahí nos equivocamos, pues lo artistas son
capaces de innovar, de arrojar nuevas ideas, de ver –y hacer- las cosas de otra
manera.
Hay que
asumir que en esta época de crisis que nos está tocando sufrir, la innovación es
el camino a seguir. Por ello las empresas, las instituciones, los colectivos, para
repensarse ante esta paupérrima situación, necesitan abrirse a otras
disciplinas como el arte. Resumiendo: invertir en proyectos como “Conexiones
improbables” es, hoy en día, más necesario que nunca.
