Las fotografías del fotógrafo holandés afincado en Gasteiz, Gert Voor in’t Holt, se exponen desde ayer en Zas Kultur bajo el título Paisajes iluminados. En ellas, fundamentalmente, el artista cuestiona la relación entre la imagen fotográfica y el espacio representado. Con un gesto entre la arqueología visual y la instalación lumínica, el artista holandés transforma enclaves abandonados en escenarios que oscilan entre lo documental y lo teatral. Sus imágenes no solo registran un territorio, sino que lo transforman a través de la luz, que funciona como herramienta y protagonista a la vez.
Voor in’t Holt despliega un
sistema de iluminación que no solo permite capturar escenas nocturnas con
precisión, sino que también se integra en la composición. Lejos de ser un
simple recurso técnico, la luz se convierte en una escultura dentro de la imagen,
generando una estructura que separa el paisaje de su representación. Así, cada
fotografía muestra su propio artificio: no solo observamos un entorno
iluminado, sino también el mecanismo que lo ilumina, revelando el proceso
detrás de la captura.
El resultado es una suerte de
estudio fotográfico transportado a espacios rurales, donde la frontera entre lo
natural y lo artificial se difumina. Voor in't Holt escoge localizaciones
intervenidas o abandonadas por la actividad humana: presas en desuso, caminos
interrumpidos, trincheras antiguas. Estos lugares, marcados por su ambigüedad
funcional, quedan subrayados por la intervención lumínica, que introduce un
contraste entre la oscuridad y una geometría de luz escultórica. Este diálogo
entre forma y vacío, presencia y ausencia, refuerza la tensión entre documento
y escenificación.
El artista muestra cómo el
paisaje no es algo fijo, sino que cambia según cómo se mira o ilumina. Al
agregar luz de manera intencionada, transforma la percepción del entorno,
haciendo notar detalles que de otro modo podrían pasar desapercibidos. En lugar
de crear una escena artificial como en el cine, deja visible su intervención,
provocando una sensación de sorpresa y haciendo que el espectador se pregunte
sobre la realidad del lugar.
Si en series anteriores como Cityscapes o Lightscapes
ya cuestionaba la relación entre la imagen y su referente, en Paisajes iluminados el proceso se radicaliza: no hay
manipulación digital, pero sí un desplazamiento del estudio al paisaje, del
laboratorio a la escena. Cada fotografía se convierte en el registro de una
acción: una instalación efímera de luz en un territorio que, de otro modo,
permanecería en penumbra. Esta intervención no solo transforma la percepción
del lugar, sino que lo convierte en un espacio simbólico, donde iluminar es una
forma de leer el territorio.
En un tiempo en que la imagen
fotográfica se enfrenta a su disolución en la sobreabundancia digital, Paisajes iluminados plantea una pregunta esencial: ¿cuál es
la distancia entre ver y construir lo que se ve?