El encuentro de dibujo e ilustración Mazoka vuelve a celebrarse en nuestra ciudad después de un par de años de ausencia “presencial”. Es una buena noticia. Porque hoy en día el hecho de que una actividad cultural gestionada en colectivo -por personas a los que les apasiona lo que hacen- sobreviva, no deja de ser un milagro. Y no metemos en ese saco a esos eventos mediáticos, feriales o “festivaleros”, financiados en grado sumo por nuestras instituciones -el “pan y circo” que se ofrece a la ciudadanía para conseguir sus votos cuando llegue la hora- sino de una cultura que se mueve bajo directrices puramente, valga la redundancia, culturales. De una cultura que surge de la propia ciudadanía. Sorpresivamente, estas iniciativas son las menos apoyadas por las gestorías públicas. Por lo que llevan en su ADN el gen de la fragilidad. Su continuidad en el tiempo, es dificultosa. Porque no llenan las calles de multitudes. Como el caso del mercado medieval que tuvo lugar en Gasteiz hace unas semanas. En un mes, dicho sea de paso, en el que en todo el Estado se desarrollaron cuarenta y cuatro mercados medievales o temáticos. Aunque el gran mes, es octubre, con un total de noventa y tres eventos de esa ralea.
Los centros históricos que acogen estos mercados se
convierten durante unos días en grandes supermercados. El problema, obviamente,
es que para acceder a esa “ciudad-tienda” -que se despliega, por cierto, en un
espacio público que es de todos- hay que llevar la cartera bien llena. El que
tiene problemas para llegar a fin de mes, no puede disfrutar de ese “evento
cultural” que no deja de ser una actividad de puro “shopping”.
Algunos ayuntamientos apoyan este tipo de iniciativas con el
argumento de que atraen turistas que dejan dinero en las ciudades. En cualquier
caso, no es fácil cuantificar ese beneficio, si es que existe. Es más fácil,
eso sí, medir el de las empresas que organizan estos mercados bajo la coartada “cultural”.
La realidad es que los mercados medievales funcionarían
perfectamente sin ayudas institucionales –algunos de ellos lo hacen- puesto que
la gente acude en masa a gastar dinero. Tendrían, por lo tanto, que poder
financiarse por sí mismos. Como el Corte Inglés. Pero claro, las empresas que
se dedican a estos negocios ofertan sus servicios a la búsqueda del mejor
postor institucional.
Por estos lares hay una empresa que lleva ya XVIII ediciones
organizando el mercado medieval. Lo suyo sería convocar el pertinente concurso
público. Como así se suele proceder con otros servicios que se contratan desde
la administración pública. A no ser que queramos ser “medievales” en las
adjudicaciones.
Quizá los colectivos que organizan actividades culturales en
nuestra ciudad tengan que, visto lo visto, replantearse poner el apellido
“medieval” a todos sus proyectos. Disfrazarse de algún personaje de “Juego de
tronos”, meterse en el papel, hacer acrobacias y… a funcionar. Y sin tener que
concursar año tras año para obtener financiación.