Hoy en día podemos oír música, leer libros, o ver películas y series hasta empacharnos. Cine, literatura y música por un puñado de euros al mes. Es el sueño de cualquier consumidor cultural. A una a amplia mayoría nos gusta ver una película o escuchar música. Es verdad que para disfrutar de todo ello necesitamos una buena conexión a internet y los dispositivos pertinentes de reproducción. También es verdad que una buena parte de la población no puede -y otra no quiere- permitirse esos gastos. Pero podríamos afirmar que, en general, el acceso a la cultura –o a buena parte de ella- se ha democratizado hasta unos niveles nunca vistos en décadas anteriores. Y quizá por este orden: música y cine, en primer lugar y a la par; después, la literatura; quizá en tercer lugar podríamos hablar de las artes vivas -teatro y danza-; y, en la cola, las artes visuales. Quizá porque para estas últimas no existe posibilidad de emitir en “streaming”. Necesitan ser disfrutadas en vivo y en directo, aunque obviamente buena parte de la población conoce una obra de Picasso o de Dalí por haberla visto reproducida en los “mass media”. Otra cuestión es si alguien conoce quién es Wharhol o Keith Haring, dos artistas que, paradójicamente, quisieron ser “populares”.
Popularizar las artes fue un proceso que tuvo mucho que ver
con la democratización de las sociedades y con el asentamiento de las clases
medias conformando el grueso de la población de los países desarrollados. A lo
largo del siglo XX vimos como la cultura –y también la educación- y el acceso a
ella, se populariza. En un doble sentido: va a dirigida a toda la sociedad pero
también se produce y confecciona para que llegue a todo el mundo. Hablamos, por
lo tanto, de una “cultura de masas”. Se empieza a distinguir, por lo tanto,
entre una “alta cultura” y una “cultura popular” o “cultura pop”. El jazz, el
reggae, el pop, el cómic, el graffiti, la novela negra, el cine… son
manifestaciones de esta cultura “pop”.
En los años cincuenta surge el “arte pop”, que reflejaba la
cultura popular inspirándose en la publicidad, el cine, el cómic, intentando
realizar un arte que fuera accesible para el ciudadano medio respondiendo a sus
gustos e intereses. Plasmando lo que en décadas anteriores no se consideraba
digno representar: latas de conserva, perritos calientes, juguetes… objetos e
iconos de la sociedad de consumo.
Hoy a la tarde se inaugura a las ocho de la tarde una
muestra de Fernando Iglesias, un artista de nuestra ciudad que sigue la estela
de los artistas “pop”. La exposición, de título “Human crime”, no se despliega
en un espacio expositivo al uso, sino en un local en desuso del tercer piso del
céntrico edificio Opera. Siete cuadros realizados estos últimos tres años
conforman la propuesta de Iglesias. Todos ellos inspirados en canciones de la
banda de rock alternativo “Pixies” con composiciones de construcción “pop”. Hasta
el 8 de mayo, puede –y merece- visitarse.