Hubo un quiebro en la historia y el arte comenzó a tomar otro
camino: dejó de glorificar la guerra para tratarla de otra manera. Los artistas
que no estaban a sueldo de los poderes oficiales comenzaron a mostrar los
horrores de los conflictos armados. Ese cambio de rumbo no se produjo hace
mucho, apenas hace dos siglos. Hasta entonces, el arte siempre estaba al
servicio de los poderes de turno, mostrando la épica y el valor de los soldados
presentándolos como héroes al servicio de su bandera.
Las obras que nos han presentado lo bélico a lo largo de la
historia son innumerables y tan pretéritas como el propio ser humano. Con ellas
los vencedores documentaban las batallas, siempre, -obviamente- dándonos su
versión de los hechos. No dejaba de ser mera propaganda. Y así, podemos encontrarnos
con la temática bélica en el arte del paleolítico, egipcio y griego. Por
supuesto también en el arte romano: recordemos la grandiosa Columna Trajana, que
relata la conquista de la Dacia (actual Rumanía) en el siglo II.
Pero a comienzos del siglo XIX comienza a imperar en todas
las artes una corriente en la que la propia visión del artista y su libertad
creativa se colocan en primer término: hablamos del romanticismo. El artista
romántico es un personaje crítico, rebelde y sentimental. Un artista español,
Goya, es el que encargado de inaugurar una nueva perspectiva hacia lo bélico: la
denuncia personal y el horror expresado por él se pone por delante del
acontecimiento histórico relevante o de la exacerbación teñida de patriotismo.
El siempre atormentando Goya marcará un antes y un después del
“género bélico”. El pintor se nos presenta como el principal cronista de la
Guerra de la Independencia, pero desde una visión, la suya, totalmente
desgarradora: recordemos “La carga de los mamelucos” o “Los fusilamientos del 3
de mayo”. Por no hablar de su serie de grabados “Los desastres de la guerra”. El
arte, a partir de ahora, empezará a plasmar los "otros rostros" de la
guerra, mostrándonos sus horribles efectos sobre humanos, animales, entornos
naturales y urbanos… y el propio arte. El listado de obras que nos mostrarán el
horror de la guerra es innumerable. Recordemos “El Guernica” de Picasso, su
obra cumbre. Una obra que es el monumento antibelicista por excelencia. Es
decir: en un anti monumento. Quizá el primero de la historia del arte.
Ahora las imágenes artísticas de lo bélico se pierden en la
era de los mass media, las nuevas tecnologías y la sociedad en red. El control de
las imágenes de los conflictos bélicos actuales está en manos de los grandes
poderes. Las guerras de Corea y de Vietnam fueron las primeras en ser televisadas.
El campo de batalla se convierte a partir de entonces en un gran plató
televisivo. Los medios que cubrieron la Guerra del Golfo y la de Irak fueron
totalmente controlados por los vencedores. Volvemos a situarnos, por lo tanto,
en un punto anterior al romanticismo.