El nuevo curso cultural ya ha llegado. Pero nos toca repetir
una vez más pues suspendemos siempre. Nuestras instituciones públicas siguen
apostando –salvo escasas excepciones que
confirman la regla- por costear actividades que deleiten a la ciudadanía.
Saraos amenos, divertidos: festivales, ferias, espectáculos… “De todo tiene que
haber en la viña del señor”, dice el refrán. Pero, estos últimos años, estamos
viendo que de nuestras viñas sólo brotan uvas de aroma superficial. Nuestros representantes
políticos deberían recapacitar sobre cuál es el sentido de la cultura que se
financia con dinero público. ¿La diversión de la plebe? ¿Ese es su objetivo? ¿O
es sólo un medio para suavemente introducirnos en aguas más profundas? Las conformadas
por pensamiento creativo y reflexión crítica. Diferenciar el fin y del medio y
no confundir ambos entre sí, ese es el quid de la cuestión.
Navegamos últimamente en las superficiales aguas del
populismo ya sea éste de derechas o de izquierdas. Las aguas profundas, no
interesan. Y así se promueve por doquier el pensamiento simple. Y no podemos
olvidar que sólo a través del pensamiento complejo podremos conseguir que esta
sociedad mejore. Que el avance social sea posible.
Los centros culturales, los museos, las bibliotecas y
universidades… cunas de lo complejo, se están convirtiendo en buques a la
deriva, instrumentalizados por los políticos de turno que nombran a sus
capitanes a dedo según sea su capricho. Incluso algunos funcionan sin director,
como es el caso del Patio Herreriano de Valladolid que lleva un año sin que nadie
maneje su timón.
Desde 2008, los grandes navíos culturales que se habilitaron
en tiempos de bonanza han visto mermar su presupuesto a la mitad. Y así siguen. Con
la mayoría de la tripulación en condiciones de alta precariedad. Como es el
caso de los pertenecientes a los diez museos catalanes que este verano se han
levantado en huelga. Mientras, un faro aparece en Madrid: su Ayuntamiento
multiplica por nueve las ayudas a la creación cultural.
Concluyo con una anécdota: el otro día una persona, hasta
entonces, desconocida contactaba conmigo a través de una red social para que un
servidor moviera hilos en este periódico en el que escribo para colarla en no
sé qué rueda de prensa del festival de televisión pues le interesaba acudir
para codearse con no sé cuáles famosos de turno. Le contesté, entre otras cosas
relacionadas con la moral, que ese festival me parece un despropósito absoluto:
casi 300.000 euros de dinero público dilapidados para traer personajes televisivos
a Gasteiz y que los vitorianos podamos así hacernos “selfis” con ellos. Me
contestó que ese “festi” es cultura y que, además, hace feliz a la gente. Así
de simple me lo dijo. Mi respuesta no fue ni tan simple ni tan breve. Pero cortó
rauda y veloz mi reflexión porque tenía prisa por buscar a otra persona que le
colara en el evento. Y lo consiguió. Esperemos que esa felicidad tan cara aún
le dure.