Foucault fue, además de un notable filósofo francés, uno de
los grandes ideólogos de la revuelta estudiantil de mayo del 68 en París. A
partir de esa ola revolucionaria, el mundo comenzó a cambiar atropelladamente:
crisis económicas, conflictos políticos y sociales, mutaciones de los espacios
urbanos, primacía de las telecomunicaciones…. Resumiéndolo mucho y para que nos
entendamos: dejamos muy atrás los espacios de vida medievales –lugares vacíos dónde
se situaban los individuos y las cosas- y nos sumergimos en el seno de un complejo
entramado de relaciones. El mundo, en definitiva, hacía tiempo ya que había
dejado de ser lineal y plano. Lo real dejó paso a lo subjetivo. Foucault,
entonces, se inventó un nuevo término para nombrar a ese enmarañado nuevo
universo: Heterotopía. Es decir, un
lugar hetero: diverso, múltiple,
mezclado, en red… heterogéneo.
Dentro de esa gran “casa heterotópica” en la actualmente los
humanos residimos hay habitaciones dónde todo esto se da de una manera más
intensa, más clara. Foucault explicaba: “los museos, las bibliotecas; museos y
bibliotecas son heterotopías en las que el tiempo no cesa de amontonarse y
posarse hasta su misma cima, cuando hasta el siglo XVI, hasta finales del siglo
XVII incluso, los museos y las bibliotecas constituían la expresión de una
elección particular. Por el contrario, la idea de acumularlo todo, la idea de
formar una especie de archivo, el propósito de encerrar en un lugar todos los
tiempos, todas las épocas, todas las formas, todos los gustos, la idea de
habilitar un lugar con todos los tiempos que está él mismo fuera de tiempo, y
libre de su daga, el proyecto de organizar de este modo una especie de
acumulación perpetua e indefinida del tiempo en un lugar inmóvil es propio de
nuestra modernidad. El museo y la biblioteca son heterotopías propias de la cultura occidental del siglo XIX.” El
arte y la cultura son universos heterotópicos.
Porque son espacios ficticios y heterogéneos que sirven para hablar del confuso
mundo real utilizando su mismo lenguaje.
Estos días, por ejemplo, hemos visto como desde el arte se
está abordando el cuadragésimo aniversario de la masacre de Zaramaga: una serie de
artistas han realizado en este barrio un proyecto para sumergir a la ciudadanía
en uno de los episodios más terribles de la historia de nuestra ciudad. Es este
un viaje heterotópico que ahonda en
la memoria de los muertos a través de intervenciones artísticas. Un viaje en el
tiempo a esos lugares donde se fraguaron los sucesos del 3 de marzo: la
fábrica, el mercadillo, la taberna y la iglesia. Los que quieran subirse a esta
máquina del tiempo disponen de unos audífonos y un plano para orientarse por el
recorrido acompañados de un guía. En los sitios señalados – en los que se
ubican sendas intervenciones artísticas- se activan los audífonos, escuchándose
así podrá un relato sobre los terribles sucesos. Todo el que quiera, puede
apuntarse desde hace días a este espacio
heterotópico en gasteizm3m.blogspot.com.es.
