Un número nuevo de la irreverente revista TMEO se asoma a
los kioscos, bares y garitos vascos. Y tiendas del Estado especializadas en la
venta de cómics. Se trata del número 123. Un bonito número que indica una
progresión. Que parece señalar hacia un futuro TMEO 1234. Pues esta revista,
después de llevar en la brecha 26 años, parece por momentos ser eterna,
incombustible.
Cada vez que sacan un nuevo número –cada dos meses-, suelo
hablar del TMEO. Porque la gente de esta ácrata revista lleva muchos años dando
guerra. Y funcionando, además, de una manera muy poco habitual: en grupo, en
asamblea, sin un jefe. Y porque es un producto “Made in Vitoria-Gasteiz”, pues
tienen su sede en nuestra ciudad. Y ahí siguen, resistiendo. Sin subvenciones.
Manteniéndose gracias a las ventas de su producto. Y de la gente que se anuncia
en la revista. Algunos llevan anunciándose en ella desde sus comienzos. Ahora
que está de moda eso de conseguir fondos -llámese crowdfunding, financiación en
masa, etc.- el que se compra un TMEO, o coloca su pequeño anuncio en esta
revista, está financiando, apoyando un producto cultural, o más bien
contracultural de una manera que roza la militancia. Quizá por esto mismo el
TMEO sigue vivito y coleante. Cuestión ésta, la de seguir vivos, que hoy en día
se ha convertido en todo un milagro. Pues simplemente aguantar, sobrevivir, seguir
creando, nos parece un suceso que raya la anormalidad. Resumiendo: en un
escenario de crisis total, que toca con especial virulencia a editoriales de libros,
de revistas, de cómics… al mundo de la cultura en general, el TMEO sigue
cumpliendo, asomándose a sus puntos de venta habituales cada dos meses.
En los 26 años que llevan los chic@s del TMEO en la brecha, han
tenido que reconvertirse unas cuentas veces. Todavía siguen funcionando
repartiendo su producto por los bares más cañeros de Eukalherria, llevando los
ejemplares en un carrito de la compra y tirando de furgoneta. Y desde hace un
año, también están presentes en los kioscos vascos, quizá porque la “cultura de
los bares” ha cambiado. Ya no estamos en los años ochenta, ni en los noventa.
Décadas en las que los garitos de poteo en Euskalerría se llenaban casi a
diario de jóvenes con ganas de hacer cosas, convirtiéndose en espacios donde
nacían muchas iniciativas. En los bares se reunían las fuerzas vivas de las
ciudades: dibujantes, músicos, escritores, artistas, fanzineros… y personas amantes
de la cultura no oficial. No existía internet, ni siquiera teléfonos móviles,
por lo que había que salir a la calle para conocer a otras personas que
tuvieran tus mismas inquietudes. El TMEO surgió de esta contracultura de los
bares. Que sigue aún viva, pero de otra manera. Ahora la gente sale los viernes
y sábados a la noche para distraerse, para desconectar de su trabajo, de su
rutina. Antes la gente salía a diario para conectar, para buscar cómplices con
los que poder pergeñar lo que fuera.
