El vitoriano restaurante Zaldiarán
ha acogido estos días la XIII edición del Congreso Nacional de la Cocina de
Autor. Un congreso por el que han pasado las más grandes estrellas
internacionales del arte culinario. El presupuesto para la cita del Zaldiaran
se ha reducido en esta edición en un 35%. Pese a sufrir este importante
tijeretazo, la actividad se ha llevado cerca de 350.000 euros de nuestras arcas
públicas. Un dinero destinado, según declaran el colectivo vitoriano “Cocina de
guerrilla”, a “que las grandes referencias de la cocina mundial visiten nuestra
ciudad y así puedan dar a probar sus últimas creaciones a nuestros gobernantes
y gente de bien que tienen el privilegio de ser invitados o de poder pagar las
módicas tarifas (…). El Congreso impulsado por el Zaldiaran resulta
inalcanzable para cualquier vitoriano. Cada cubierto cuesta 180 euros, y sólo
los políticos e invitados pueden disfrutar de las últimas creaciones”. Y hay
que añadir que el Congreso de este año es más elitista que nunca, pues se ha
eliminado –la culpa será de “la tijera”- la “jornada popular”, que otros años
tenía lugar en la calle pudiéndose así ser disfrutada por la ciudadanía.
Y partiendo de esta
reflexión crítica sobre el evento culinario que ha tenido lugar en el Zaldiaran,
esta semana se ha desarrollado en Vitoria “Gastrofilia”, unas jornadas
gastronómicas alternativas promovidas por jóvenes restauradores alaveses, entre
los que no han podido faltar el propio colectivo “Cocina de guerrilla”. Los
organizadores de “Gastrofilia” han buscado la participación de la ciudadanía y
el intercambio de experiencias y de conocimientos entre asistentes y cocineros,
sin abandonar la teórica y la práctica
gastronómica. Todo ello sin ayuda de las instituciones públicas. Entre otras
actividades, se han desarrollado un proyecto de horticultura comunitaria, un
taller de cocina solar y una charla denominada “Creatividad en la merienda”.
Desde “Gastrofilia” explican
también en que el apoyo a la presente edición del Congreso Nacional de la
Cocina de Autor con 350.000 euros choca con otras medidas que se han tomado
desde el Consistorio, como la suspensión de los cursos de Alimentación y Salud. Unos cursos
por los que pasaban docenas de vitorianos y que fueron eliminados sin muchas
explicaciones.
El mensaje de “Gastrofilia”
es claro: la alimentación es algo más que un negocio. Es un arte. Un arte
popular, cercano, que tiene que estar al alcance de todos y no sólo de unos
pocos privilegiados. Están hablando, por tanto, desde la gastronomía, de
promover una cultura activa; con la innovación, participación, sostenibilidad como ingredientes
fundamentales.
Y los privilegiados
comensales que pudieron pagar los 180 euros que costó el festín de arte
culinario en el Zaldiaran alargaron el ágape hasta las seis y media de la tarde.
La comilona se cerró con los aplausos de los asistentes. Yo, en cambio, aplaudo
a todos aquellos que han participado en “Gastrofilia”.
